jueves, 13 de febrero de 2014

Capítulo 3

CLAUDIA
Aquella tarde Josh decidió enseñarme una zona de Nueva York que aún no había visitado. Si en Nueva York hay parques famosos, éste no era uno de ellos; pero era precioso. Completamente vacío de turistas y lleno de grupos de amigos o de parejas paseando a sus mascotas. Había fuentes por todos lados y árboles que cobijaban del ardiente sol. Era precioso.
-¡He traído un picnic! – anunció Josh cuando llegué a su altura.
Tenía una típica cesta de picnic en la mano. Sin poder evitarlo, empecé a reír.
-¿De qué te ríes? ¿No has visto nunca una cesta de picnic?
-Nunca he ido de picnic – confesé.
-Genial. Entonces será una experiencia única. Vamos.
Josh se encargó de encontrar un troco de césped alejado y solitario y nos sentamos sobre un mantel que había dentro de la cesta. De la cual empezó a sacar sándwiches y mantequilla de cacahuete.
-Algo me dice que nunca has probado la nocilla – comenté, dándole el primer bocado a mi sándwich.
-¿La qué? – preguntó Josh confundido.
-Ya veo que mi hermanita no te lo enseñó todo de España.
En cuanto nombré a mi hermana me arrepentí. Ninguno había hablado de ella desde que nos encontramos. Sabía que él seguía manteniendo el contacto con ella. Era algo así como su agente no oficial. Pero no sabía si había algo más y sospechar sobre eso me provocaba un nudo en el estómago sin razón: no sentía nada por Josh… o al menos intentaba convencerme de ello.
-¿Has hablado con ella? – sacar a luz el tema de mi hermana siempre provocaba en Josh la misma reacción.
-No, Josh. Nunca hablo con ella. – contesté resignada, en lugar de desviar el tema como siempre había sucedido.
-Deberías. Ana es una gran persona.
“Ana es una gran persona”. Estas palabras fueron como un puñetazo para mí. ¿Cómo podía decir eso sin ni siquiera conocerme? Pero daba igual. Josh era mi amigo. ¿Qué importaba lo que él pensara de mí o de mi hermana?
-Lo sé – contesté finalmente – Pero nuestra relación es complicada. Deberías saberlo.
-Lo sé – contestó Josh con seriedad.
Lo miré fijamente y me encontré con sus ojazos verdes y marrones al mismo tiempo clavados en los míos. Mantuvimos la mirada durante minutos, sin que ninguno se atreviera a retirarla. Era como un imán imposible de separar y no me sentía nada incómoda. ¿Por qué alejarla entonces? Sabía que era lo que debería hacer, sabía que mis sentimientos estaban algo agitados cuando Josh me miraba y mantener el contacto visual no ayudaba a que estos se calmaran, sino todo lo contrario.
Apenas noté como la distancia entre ambos se acortaba, ni siquiera supe quién fue el responsable de ello, aunque puede que ambos lo fuéramos.
“Esto no está bien”. Ese era el único pensamiento que inundaba mi cabeza cuando nuestros labios se rozaron. Una corriente me recorrió de la punta a los pies y me paralizó, dejándome demasiado cerca de su rostro.
Fue él quien se lanzó al abismo y cruzó esos escasos milímetros mientras yo me limitaba a cerrar los ojos.


RYDEL
-¡Dejad de hacer el tonto y escucharme!
Mis hermanos se callan al fin, algo que me ha costado casi quince minutos. Ellington ha sido el primero en sentarse en el sofá y escucharme, sin embargo Rocky y Ross no han dejado de discutir por una bolsa de patatas fritas a la barbacoa.
-A ver. Esta tarde va a venir una chica de mi clase para hacer un trabajo. No quiero que nos molestéis, ni que ensayéis… ¡Ni que vayas a verla, Rocky! – exclamo, al ver que mi hermano le da un codazo a nuestro amigo.
-Entonces, ¿pretendes que nos quedemos en nuestra casa como si no estuviéramos? – pregunta Ross, echando algún tipo de salsa dentro de la bolsa de patatas.
-Sí, es más si queréis iros…
-¡¿Qué haces?! – Rocky se lanza sobre Ross y le quita la bolsa de patatas de las manos - ¡Eres un puerco! ¡Deja de meterte tanto en el papel, Austin, la serie ya ha acabado!
-¡No me llames Austin! – grita Ross tirando de la bolsa – Sabes que lo odio y sabes que me encanta probar cosas nuevas.
-¡Deja de mezclar comida!
-¡Deja de quitarme mi comida!
La bolsa se rompe y las patatas salen volando por la habitación, llenando todo lo que encuentran a su paso de una salsa verdosa, incluido mi pelo y la ropa de Ellington. Sin embargo, mis hermanos siguen discutiendo como si no hubiera pasado nada.
Ellington, quien se ha acabado levantando del sofá, se acerca a mí sin dejar de mirarse la camiseta roja llena de salsa espesa.
-Te agradecería que me ayudaras a limpiarme esto, no tiene buena pinta.
Le hago un gesto para que me siga y salimos del salón, intentando ignorar a los dos escandalosos. Subimos las escaleras y llegamos al cuarto de baño. Con una toalla húmeda intento quitarle las manchas a la camiseta, pero es imposible.
-¿Qué tipo de salsa es? – pregunto.
-Ni idea. Ya sabes cómo es tu hermano.
Entonces se quita la camiseta. No es la primera vez que lo veo con el torso al aire, pero esta vez, ambos estamos solos. Me doy la vuelta y mojo la toalla para intentar limpiarme el pelo y de paso disimular. Cuando levanto la mirada, lo veo en el espejo concentrado en dejar su camiseta de nuevo de un solo color.
-¿Y quién es la chica que viene? – pregunta.
-No es de aquí – respondo resignada – Viene de España con lo que no se entera muy bien de las clases. Nos han mandado un trabajo por parejas y me ha tocado con ella.
-¿Y por qué no quieres que nos conozca? ¿Crees que sabe quiénes somos?
-Seguramente – respondo a la defensiva, dándome la vuelta – Acepto a las fans pero ella no me gusta. Hay algo que no termina de cuadrarme. Además, Rocky ya le ha echado el ojo y ya lo conoces. Siempre acabo consolando a las chicas y encubriendo a mi hermano. Estoy harta.
En ese instante suena el timbre de la casa. Ellington y yo miramos hacia la puerta del baño. A continuación, oigo los pasos y las voces de Ross y salgo corriendo escaleras abajo.

Tengo que conseguir llegar a la puerta antes que mi hermano.