domingo, 30 de noviembre de 2014

Capítulo 11

ANA
-Creo que tengo resaca. - Tamara cierra la taquilla de un portazo, el maquillaje ha conseguido ocultar sus ojeras, pero no su cara de cansancio.
-¿Eso crees? - pregunto abriendo mucho los ojos. Se ha despertado vomitando y he tenido que traerla casi a rastras.
-Mmm... - se queda pensativa con los ojos cerrados y finalmente sonríe complacida - sí. Eso creo.
-Eres increíble - sacudo la cabeza de un lado a otro, pero acabo riendo junto a ella. - ¿Qué tienes ahora?
Tamara y yo estudiamos lo mismo, artes escénicas, pero estamos en grupos diferentes, por lo que apenas coincidimos en clase.
-Danza interpretativa - responde haciendo un mohín de fastidio, y tengo que reprimir las ganas de reír al recordarla ayer bailando en el pub. - ¿Y tú?
-Monólogo con Mr. Williams. - hago una mueca de asco - Se supone que debe ser gracioso pero ya sabes cuál es nuestro problema.
-Sí - Tamara apoya una mano en las taquillas y me observa con seriedad - Lo que a los españoles nos parece divertido a los americanos les resulta ridículo. Odio este tipo de conflictos culturales.
-¿Conflictos culturales? - pregunto divertida, y mi compañera de habitación me fulmina con la mirada. - Será mejor que me vaya, Mr. Williams...
-Oh, oh. Por ahí viene tu amiga...
Miro interrogante a Tamara y me giro para ver de qué habla. Se me cae el alma a los pies. Mierda. Sue Mostby viene directa hacia mí.
-¡Eh, tú, española asquerosa! - todo el mundo en el pasillo se gira para observarme.
-Esto no pinta bien - canturrea Tamara a mi espalda.
-¿Quieres callarte? - le digo lo suficientemente bajo como para que solo ella me escuche.
-Así que sigues aquí - Sue ha llegado hasta mí y nadie nos quita el ojo de encima. Aunque, ¿quién lo haría después de lo ocurrido hace una semana, cuando le tiré al charco de barro mientras corríamos en deporte? - Pensaba que después de llorar en el baño ayer te habrías marchado.
Oh, mierda. ¿Me escuchó? ¿No estaba sola?
-En realidad he decidido quedarme para joderte el año, Sue - contesto en inglés, con un valor que no me pertenece. No sé por qué, pero cuando esta chica me amenaza, surge esta nueva faceta, al igual que el otro día. Sigo diciendo que fue un accidente, pero la verdad es que después de un mes soportando sus burlas sobre mí, aquel charco de barro resultó una liberación.
-¿Cómo te atreves...? - se lanza hacia mí y yo me preparo para defenderme, pero en el último segundo, unos brazos la sujetan y la empujan hacia atrás.
-Déjala ya, Sue.
La chica me mira con los ojos llenos de rabia, después mira de la misma forma al chico rubio que la ha sostenido y se suelta de un tirón. Cuando se da la vuelta y desaparece entre el círculo de gente que nos ha rodeado, vuelvo a respirar.
-No deberías picarla de ese modo. - el chico se da la vuelta y el corazón se me encoje. Es Ross.
-Y no hacía falta que te metieras en medio. – respondo con más frialdad de la necesaria.
-Cierto, la situación estaba controlada - susurra Tamara detrás de mí, y le doy un codazo para que se calle.
-Tranquila - Ross me sonríe amargamente - No ha sido nada, no me lo agradezcas con tanta efusividad. - su ironía me desconcierta.
-Es increíble - susurra Tamara una vez que Ross se ha marchado - Un tío buenísimo sale a defenderte y tú lo tratas así.
Pongo los ojos en blanco, pero en el fondo sé que tiene razón.

ÁLEX
El aterrizaje resulta mucho mejor que el anterior, cuando llegamos a Italia y el niño que había sentado a mi lado acabó vomitando por culpa de las turbulencias. Es agradable volver a casa después de dos semanas en un país extranjero, en el que Adrián y yo no hemos dejado de andar día y noche, visitar todo tipo de museos y probar todos los platos de comida. Vale, no ha sido malo. Al contrario, ha sido maravillosos, tal y como suena, Y ahora, Adrián y yo tenemos una semana para escribir todas las experiencias vividas en estos quince día.
-Nuestras maletas siempre salen las últimas. Esto pasa por tu manía de ser los primeros en presentar el equipaje. Podría haber estado una hora más durmiendo - Adrián se agacha para coger su maleta verde, que acaba de aparecer en la cinta transportadora, sin dejar de refunfuñar.
Me sorprende que este chico, al que hace poco menos de dos años odiaba, ahora sea un gran amigo con el que estoy compartiendo todo tipo de experiencias y con el que estoy escribiendo un libro de viajes. Nuestro segundo libro de viajes, después de la guía de lugares turísticos de España. Y ya tenemos en mente un tercer libro, en el que hablaremos de todos esos pueblo perdidos de España.
Cogemos un taxi que nos lleva hasta la ciudad. Por el camino decidimos llegar al nuevo piso de Estefi, que está en el centro, y darle el regalo. Nos va a matar, pero tanto Adrián como yo tenemos ganas de reencontrarnos con la pareja feliz. Pagamos al taxista y, con la maleta y todo, subimos hasta el ático. Cuando Estefi abre la puerta, grita de alegría y nos abraza a ambos. Está guapísima: alta, delgada, y con el pelo más rubio aún si cabe.
-Pasad, pasad - nos empuja para que avancemos y entramos en la estancia más increíble en la que he estado nunca. - ¿Y bien? ¿Qué os parece?
Adrián deja escapar una exclamación de asombro. Todas las paredes son blancas, excepto la que hay justo en frente, por supuesto, que es entera de cristal y permite unas vistas increíbles de toda la ciudad. Apenas hay muros que separen las habitaciones, subimos unas escaleras que nos conducen a un segundo nivel, donde están la cocina y el comedor. Justo detrás, bajando otros escalones, hay una zona llena de sofás y un televisor enorme. Subimos unas escaleras de caracol hasta llegar a la zona superior, en la que están las habitaciones.
-Esto es alucinante - sigo asombrado con el lugar. Estefi está preparando café mientras que Álex y yo esperamos en la mesa - Por cierto, esto es tuyo. - le entrego una bolsa negra al mismo tiempo que ella nos sirve el café.
El grito casi me deja sordo. Estefi saca una sudadera de "I LOVE ITALY" y la abraza entusiasmada. Después una figura de una góndola, hecha de cerámica, y una réplica en miniatura del David de Miguel Ángel.
-Espero que encontréis un sitio donde ponerlo - comenta Adrián, echando un rápido vistazo a todo el piso - También hay un llavero para Juan, con el símbolo de Ferrari. Por cierto, ¿dónde está mi queridísimo amigo?
-Trabajando. Creo que hoy tenía una reunión. - responde Estefi, con la sonrisa aún en la cara - Últimamente trabaja muy duro para poder pagar esto.
-No debe de ser barato - Adrián niega con la cabeza - No sé vosotros, pero yo me voy. Estoy molido.
-Cierto, le he quitado una hora de sueño - pongo los ojos en blanco y me levanto al mismo tiempo que mi compañero de viaje.
-¿Qué? ¿Ya os vais? - Estefi se muestra decepcionada. En el fondo me encantaría quedarme y charlar. Oh, maldita sea, claro que me gustaría quedarme, pero no es bueno para ninguno de los dos, y menos aún para mí.
-Sí, estamos cansados. - le hago una burla y ella sonría cariñosamente, como hace años, cuando era mi mejor amiga y yo uno de sus mayores apoyos. Ahora todo parece haber cambiado.
-Espero volver a veros. ¿Y si quedamos mañana todos juntos para cenar? - Adrián y yo nos miramos, y sé que ambos estamos pensando lo mismo.
-Tenemos que escribir, Estefi. Dentro de nueve días volvemos a irnos y tenemos que contar todo lo de Italia. Pero ya lo hablaremos, ¿vale?
Estefi hace un mohín, llena de fastidio, pero acaba asintiendo.
-Se la ve feliz - comenta Adrián mientras tiramos de nuestras maletas por mitad de la ciudad. Por suerte, mi casa no está muy lejos, y la suya tampoco.
-Sí, lo está - no puedo evitar sonar sarcástico. Adrián me mira extrañado, pero se acaba encogiendo de hombros y me ignora. - Oye, ¿qué es...? - me detengo de golpe y contemplo horrorizado el escaparate de la cafetería junto a la que estamos pasando.
-Es una cafetería - responde Adrián con tono cansado. - A decir verdad, es la cafetería en la que conocí a la hermana gemela de Ana. ¡Qué día! - ignoro el momento de añoranza por el que pasa mi compañero y tiro del brazo para que se coloque donde estoy yo.
-Mira ahí, imbécil, entre toda esa gente.
-Oye, no hace falta que me... ¡Ey! Es Juan. Espera, ¿no estaba...?
-¿Trabajando? Sí.
-Está con alguien. Una mujer. - Adrián frunce el ceño - Mierda, Álex. ¿Crees que...?
-¿Está engañando a Estefi? - termino por él, y maldigo nuestra telepatía - No lo sé. ¿Tú crees?
-Lo mismo es una compañera de trabajo. - Adrián se frota la palma de las manos en los vaqueros. Vale, está nervioso - Nos estamos precipitando, Álex.
-Supuestamente estaba trabajando duro - Adrián se separa del cristal y me mira con el ceño fruncido - Tal vez deberíamos...
-¿Entrar? ¿Hablar con él? ¿Decírselo a Estefi? - lanza una última mirada al interior de la cafetería antes de coger su maleta y retomar la marcha - ¿No crees que estás exagerando?
Vale. Puede que Adrián tenga razón. Cojo mi maleta y lo sigo. Pero, aun así, hay algo que no termina de convencerme.