miércoles, 30 de julio de 2014

Capítulo 8

ANA

Camino por las tranquilas calles de las afueras de Los Ángeles en busca de una parada de autobuses que me lleve al centro mientras pienso en todo lo acontecido en el día de hoy.
Josh me ha llamado. ¿Cómo me siento? O tal vez lo que debería preguntarme es cómo debería sentirme. Tal vez debería olvidarme por completos de mis sentimientos y centrarme en mi presente y mi futuro. Al fin he encontrado mi verdadera vocación y camino para cumplir mi sueño. ¿Quién diría que lo que empezó como un hobbie se acabaría convirtiendo en mis planes de futuro? Antes no me había percatado, pero siento que siempre he estado buscando arte dramático. Al parecer, lo he encontrado.
Recuerdo lo que me costó mandar la beca. Estefi estaba pegada al otro lado del teléfono, dándome indicaciones para no meter la pata al mandar la información. Había llegado el momento de darle a "Mandar" y las manos comenzaron a sudarme mientras tecleaba en el portátil.
-No puedes hablar en serio. Ni se te ocurra rajarte ahora.
-Está bien.
Cliqueé sobre el botón antes de que pudiera arrepentirme y después me dejé caer sobre el sofá.
-¿Y si no me cogen? - pregunté alto, para que mi voz llegara al móvil, que había dejado sobre la mesa.
-Sabrás que no vales para esto - la voz de Estefi salió amplificada por los altavoces del teléfono.
-¿Y si lo hacen? ¿Y si me cogen?
-Pues iremos a tu casa a ayudarte a preparar la maleta.
Y pocas semanas después ahí estaba la respuesta. Aceptada. Aquel día, mis padres estaban en casa, algo que poco a poco se había vuelto más normal desde que mi hermana se había marchado al otro lado del océano, donde era más difícil visitarla. Apenas se inmutaron cuando les anuncié que me marchaba, y esa fue la razón por la que dos semanas antes de que tuviera que partir, cogí todas mis cosas y me marché a casa de Estefi a pasar unas pequeñas vacaciones junto a mi mejor amiga.
Y aquí estoy. Sola y a cientos de kilómetros de distancia de mis amigos.
-Soy una amargada - comento en voz alta, cuando a pocos metros de mí se detiene un autobús que me conducirá de nuevo a la residencia que hay en el centro de Los Ángeles.
Sin dudarlo un segundo, cojo el teléfono y marco el número de Estefi, a sabiendas de que son cerca de las tres de la madrugada en España.
-¿Diga? - la voz de mi mejor amiga no suena cansada en absoluto.
-¿No deberías estar durmiendo? - pregunto.
-¡ANA! - por suerte me he anticipado a lo que haría y me he alejado el teléfono del oído.
-No sabes lo bien que sienta poder hablar en español de nuevo. - digo riendo.
-No hace falta que me restriegues que te pasas las horas con tu fluido inglés - contesta con un rencor fingido.
-No es tan fluido - la contradigo, deseando poder disfrutar de una nueva discusión con mi mejor amiga, como antes.
-No me seas modesta. ¿Cómo lo estás pasando?
Guardo silencio un momento. ¿Quiero decirle que estoy bien? ¿O prefiero serle completamente sincera?
-No tan bien como esperaba - apoyo la cabeza contra el cristal de la ventana y miro la ciudad pasar a gran velocidad - Os echo mucho de menos. Me cuesta mucho hacer amigos y, adivina con quién tengo que hacer un trabajo agotador sobre el Barroco. Con Rydel Lynch.
-¡¿Rydel?! ¿Rydel Lynch? ¿De R5? ¡Eso es genial!
-¿Genial? No me soporta. Y he hecho el ridículo delante de no de sus hermano.
-¿Rayland, Ryker, Ross o Rocky? - pregunta de carrerilla.
-Ross.
-Uh... Eso ya no es tan divertido. ¿Qué ha ocurrido?
-Me caí en el pasillo delante de él mientras llegaba tarde a clase, otra vez. - el autobús se detiene y vuelvo a colgarme la maleta a la espalda para bajar - Y hoy, en su casa, me ha encontrado llorosa en mitad del pasillo. No he sido capaz de dirigirle la palabra. ¡Estefi me está pasando otra vez! - exclamo histérica.
-Eres un imán para los famosos, nena.
-¡Esa es otra! - exclamo, y una pareja de turistas se queda mirándome extrañados - Hoy me ha llamado Josh.
-¿Hutcherson?
-¿Quién si no? Ha sido muy raro. No hablaba con él desde...
-Desde que te enteraste que estaba con tu hermana - me corta. - ¿Qué quería?
-Hablar. No llamaba por ningún motivo.
-Ten cuidado, Ana - la voz de Estefi se llena de amor - No quiero que vuelvas a pasarlo mal.
-¿Qué tal las cosas por ahí? - pregunta rápidamente, puesto siento cómo surge el nudo en mi garganta. No tengo ganas de echarme a llorar con Estefi escuchando.
-Bien. Álex y Adrián se fueron de viaje a Italia el sábado. Los imbéciles se negaron a llevarme.
Río con fuerza imaginándome la escena que mi mejor amiga, quien lleva años queriendo ir a Italia, debió montarles en cuanto se enteró que se marchaban. En ese momento llego al edificio de la residencia y abro la puerta con las llaves que me dieron cuando me establecía aquí. Cruzo el hall, en el que varios alumnos están enganchados al wi-fi con sus portátiles, y llamo a uno de los ascensores para que me conduzca a la quinta planta, que comparto con otras siete chicas.
-No te rías - me reprime Estefi - Cada vez que me llaman les cuelgo el teléfono del cabreo que tengo.
-No te gusta nada hacerte de rogar, ¿eh? - pregunto con ironía.
-Que no se note que me conoces.
-Bueno, tengo que dejarte, acabo de llegar a mi habitación - me despido cuando las puertas del ascensor se abren - Hablamos luego.
Estefi da un sonoro beso al otro lado de la línea y cuelga. Me guardo el móvil en el bolsillo trasero del pantalón y entro en mi habitación, en el que mi compañera de habitación, Tamara, está pegada al armario, sacando numerosas perchas llenas de ropa.
-Hoy me has dejado tirada - le doy un golpe en el hombro y asoma la cabeza fuera del mueble. Tiene el pelo rojo y rizado recogido en una coleta.
-No tenía ganas de ir. ¿Dónde has estado?
-En casa de Rydel Lynch, haciendo un trabajo de arte.
Me dejo caer sobre la cama y cierro los ojos.
-¿Rydel? ¿Y qué tal? ¿Cómo te trata?
-Esa es una pregunta extraña - gruño. - Pero no creo que me aprecie.
-Eso es porque alguno de sus hermanos se ha fijado en ti.
-¿Qué? - pregunto sobresaltándome.
-Siempre hace lo mismo, aunque no la culpo. La he tratado bastante y no es mala chica. Ponte en la siguiente situación. Tu hermano empieza a salir con una chica, la cual decide acercarse a ti. Y cuando lo dejan, la chica decide que es mejor no acercarse a ti porque eso no la ayuda a superar la ruptura, y eso que era tu amiga.
-Vaya... - poco a poco comienzo a entender lo que quiere decir.
-Pero eso no es todo. Decides que no vas a volver a hacerte amiga de las novias de tus hermanos, pero aun así, ellas insisten en acercarse a ti. A la mitad no las soportas, y estás deseando que acabe la relación para que te dejen en paz. Sin embargo, cuando rompen, hace todo lo contrario y va a pedirte ayuda, llorando, para que hagas que la relación se arregle o para que la ayudes a pegar los pedacitos de su corazón. ¡Es un coñazo! Y si tuvieras un solo hermano tendría un pase, pero Rydel...
-...tiene cuatro - concluyo por ella. - La verdad es que es una jugarreta.
-Y que lo digas. Por eso intenta que las chicas no se acerquen mucho a ella o a sus hermanos. Si uno se ha fijado en ti, te ha echado la cruz de por vida.
-¿Y por qué tengo que aguantarme? - vuelvo a tumbarme en la cama, aunque esta vez no cierro los ojos - Yo no soy la que se ha fijado en ellos.
-Sí, claro. Seguro que no - comenta con ironía - Pero aun así, son famosos. Acabarán saliéndose con la suya. Además, eres nueva y Rydel no te conoce. No sabe si buscas la fama, el dinero o simplemente estás desesperada.
Genial. Sólo faltaría que descubriera la no-relación que mantuve con Josh para que me despreciara por completo.
-No estoy desesperada - digo finalmente.
-Pues yo sí. Así que arréglate, que esta noche salimos por ahí - dice mi compañera, lanzándome un cortísimo vestido morado.

miércoles, 16 de julio de 2014

Capítulo 7

ANA

-Lo siento – me disculpo mirando a Rydel y guardando el móvil. – Era un amigo. Hace mucho que no hablamos.
-Sí, ya – contesta, y vuelve a enfrascarse en sus apuntes.
Yo intento volver a concentrarme en los míos, pero la voz de Josh se repite una y otra vez en mi cabeza. ¿Visitarlo? Claro que pensé en visitarlo, pero no estaba dispuesta ni mucho menos a encontrarme con Claudia, mi hermana gemela, con quien nunca había tenido una relación muy estrecha. Definitivamente, nunca habíamos tenido relación. Siempre la he considerado la favorita de mis padres. Siempre la consideré culpable de la muerte de Rut, nuestra hermana pequeña. Nuestras continuas discusiones fueron las responsables de que mis padres la mandaran a París, a estudiar arte dramático, mientras yo me quedaba en España y ellos se dedicaban a viajar. Siempre estuve sola y jamás consideré a nadie como un familiar. Salvo a Estefi… La echo tanto de menos.
Puede que este sea el castigo que he decidido imponerle a mis padres: marcharme. Sin embargo, no creo que se lo estén tomando como tal. Jamás estuvieron conmigo cuando era pequeña. ¿Qué me hace pensar que me añorarán ahora, que ya he cumplido la mayoría de edad?
Por eso no puedo ir a ver a Josh, lo que sin lugar a dudas me encantaría. No quiero encontrarme con mi hermana. Todo sería más fácil si ella no estuviera con Josh, o si él no estuviera con nadie. De todas las mujeres que hay en el mundo, a ninguna que saliera con Josh soportaría pero, ¿mi hermana? Su relación sólo ha hecho que mi odio hacia ella sea mayor, mucho mayor.
Aún recuerdo el día perfectamente. Iba a contarle a Josh que me habían concedido la beca. Ya había escuchado rumores del romance entre el famoso y guapísimo Josh Hutcherson con una desconocida chica española. Sin embargo, estaba tan convencida de que los rumores eran sobre mí… Rumores anticuados, obviamente. Mi relación con Josh apenas había empezado cuando llegó el punto y final.
Lo llamaba contentísima. Ahora que Adrián y yo habíamos roto tal vez las cosas pudieran volver a la normalidad. Sin embargo, cuando el móvil dejó de sonar, no fue la sensual voz del actor la que escuché al otro lado del teléfono, sino una voz de chica, con un extraño acento que dejaba bien claro que su lengua materna no era el inglés. Además, me resultaba tan familiar…
-¿Claudia?
Apenas lo creía. Claro que era su voz, aunque hacía meses que no la escuchaba.
-¿Ana?
-¿Qué haces con…? Espera. – me alejé el auricular de la boca para soltar una barbaridad y, tratando de recuperar la compostura, volví a aproximármelo y a decir con tono cortante: - No te he llamado a ti.
-No. Esto… Espera un momento. – el tono de hipocresía había desaparecido de la voz de mi hermana para dejar paso al temor y al nerviosismo.
-¡Ey, Ana! – por otro lado, la voz de Josh estaba muy sobreactuada.
-¿Qué haces con tu hermana? – respecto al tema en el que estuviera inmersa mi gemela, prefería no andarme con rodeos.
-¡Qué directa! Está bien. Quiero que te calmes y respires hondo porque debes de entender que esto no tiene nada de malo.
Entonces lo supe. Todas las piezas encajaban. El romance con la chica española… No era yo.
-¡Estás saliendo con mi hermana!
-Ana… No deberías haberte enterado así. Lo siento muchísimo y… Iba a llamarte pero…
-Pásamela. – mientras escuchaba el tono lastimero de Josh había tomado una decisión. – Pásale el teléfono. Tengo que hablar con ella.
Se hizo un silencio incómodo al otro lado de la línea, pero seguía escuchando la respiración de Josh. Finalmente, con un fuerte resoplido, le pasó el teléfono a mi hermana.
-Dime – jamás había escuchado a mi hermana con un tono tan serio y cortante.
-Dile a Josh que salga de la habitación. Si voy a gritarte, no quiero que él se entere de todo.
No escuché ninguna orden, pero sí una puerta al cerrarse. Confiando en que Claudia le hubiera pedido que saliera de la habitación, comencé a vaciar todas las emociones que había en mi interior.
-¿No había otro? ¡¿No había otro?! Estoy cansada de que siempre consigas lo que quieres. ¿Qué haces con él?
-¿Qué pasa? Ahora no puedo salir con nadie sin tu consentimiento. Ya soy mayorcita y jamás te he pedido permiso para nada, ¿por qué iba a hacerlo ahora?
-¡Porque eres una arpía! Porque te odio y no quiero que esté con él.
-Estás discutiendo por una chiquillada. ¿Te gusta y por eso te enfadas? ¿Porque me ha elegido a mí y no a ti?
Medité dos segundos sobre sus palabras. No, no estaba cabreada porque Josh no me hubiera elegido a mí. ¡Yo sólo lo veía como a un amigo! Era por ella. Siempre conseguía lo que quería y ya estaba empezando a hartarme. Esto había sido una amarga sorpresa y no iba a cruzarme de brazos como siempre había hecho.
-No quiero que estés con él porque le vas a hacer daño. Siempre le haces daño a la gente. En cuanto te aburras un poco lo dejarás y te juro que como le hagas daño averiguaré donde estás y me encargaré de que pagues todo el daño que le hayas hecho a la gente.
-¿Me crees capaz de eso? ¿A quién le he hecho yo daño? – al final noté como su voz se rompía y supuse que había comenzado a llorar.
-¡A mí! – el odio se extendía por todo mi cuerpo e ignorando el nudo de mi garganta, seguí descargándome – He estado sola toda mi vida por tu culpa. Nuestros padres siempre estuvieron pendientes de ti y yo tuve que averiguarme la vida sola.
-¿Me odias porque me envidias?
-¡No te envidio! Mi vida es perfecta, maravillosa. Tengo amigos aquí que nunca me han fallado. ¿Tú tienes amigos? – decidí atacarla donde sabía que más le dolería.
No me contestó. Pasaron los minutos y al otro lado solo había silencio. Pensé que me habría colgado, pero no, los segundos seguían pasando, y justo cuando empezaba a perder la paciencia, habló. No era su voz sarcástica, ni nerviosa, ni falta de emoción alguna. Era seria, como nunca la había escuchado, y parecía tremendamente segura de lo que decía.
-Lo quiero. Y no le haré daño, Ana. Si alguna vez te he hecho daño, lo cual parece ser así, te pido disculpas. ¿Crees que lo hice a caso hecho? – hizo una pausa, pero no respondí – Ahora estoy con Josh, y estamos felices. Creo que si quieres a Josh de verdad, es todo lo que debe importarte.
-Por tu bien espero que le hagas feliz, Claudia.

No esperé a que me contestara. Colgué el teléfono justo antes de echarme a llorar.

jueves, 3 de julio de 2014

Capítulo 6

JOSH

No puedo evitar reír mientras escucho los mensajes que Claudia me ha dejado en el contestador, mientras estaba en el avión.
-¡Te quiero! Te quiero, te quiero, te quiero, te quiero. Y te echo de menos.
A continuación se escucha un ruido al otro lado del teléfono y el mensaje termina. Supongo que se habrá pegado el móvil a la boca para darle un beso. Con solo pensar esto, en mi cara se dibuja una de aquellas sonrisas tontas que siempre odiaba cuando era pequeño. Son las vueltas irónicas que da la vida.
Me siento en el sillón de mi habitación del hotel, aprovechando los pocos minutos de relajación que podré disfrutar en toda mi estancia aquí, en Sídney, a cientos de kilómetros de las personas a las que quiero, antes de que comience la grabación de mi nueva película.  Busco la hora en el reloj que solté entre mis pertenencias antes de subir al avión. Son las ocho de la mañana aquí, por lo que son las seis de la tarde en Nueva York, la ciudad en la que llevo algo más de un año viviendo con Claudia y quien, ahora mismo, debe estar en mitad de las clases. Así que descarto llamarla, aunque me matará por no haberlo hecho nada más aterrizar aquí, en tierra de canguros.
Comienzo a juguetear con el móvil entre las manos, desesperado por comunicarme con alguien. Entonces la recuerdo. Es difícil no recordar hasta el último detalle de su rostro cuando vivo con alguien exactamente igual a ella, salvo que Claudia tiene el pelo más corto. Ana nunca se arriesgaría a cortárselo como ella.
Busco en la agenda de mi móvil su número. En España deben de ser las doce de la noche, con lo que Ana seguro que está despierta. Y, efectivamente, tras dos toques, la propietaria del teléfono responde.
-¿Diga? – pregunta en inglés, lo que me extraña bastante. Yo opto por saludarla en español.
-Hola Ana, ¿qué tal? Soy Josh.
Nuestras conversaciones, las cuales llevaban sin tener lugar unos tres meses, no solo me sirven para saber todo lo que ocurre con mis fans, sino también para mejorar mi español, el cual hace mucho tiempo que di por perdido.
-¡Josh! – no me hace falta verle la cara para saber que está sonriendo. Es una de las pocas personas que conozco con la que hablar por teléfono apenas se diferencia a hablar con ella en persona. – Ahora mismo no es un buen momento para hablar, estoy haciendo un trabajo.
-¿Y estas son horas para hacer un trabajo? – pregunto, sorprendido – Deberías estar durmiendo.
-¿Qué? – parece algo contrariada. Vuelvo a mirar mi reloj para comprobar que no me he equivocado.
-Son las doce de la noche, ¿no? – intento asegurarme. Llevo toda mi vida viajando de un lugar a otro con lo que los cálculos entre franjas horarias siempre se me han dado bien. Además, soy un as de las matemáticas. Ella lo sabe mejor que nadie.
-No… - responde algo confundida. – Ah, espera, ¿crees que estoy en España?
-¿No lo estás? – pregunto. Sin lugar a dudas, esta es una de las conversaciones más ridículas que jamás he tenido con mi amiga.
-No. Es que hace mucho que no hablamos.  – tras esto hace una pausa en la que seguro que recuerda nuestra última conversación. No fue la más agradable teniendo en cuenta que fue Claudia quien contestó al teléfono. Fue la peor forma en la que Ana pudo enterarse de nuestra relación – Me han concedido una beca de estudios y estoy en Los Ángeles.
-¿Los Ángeles? – pregunto, incapaz de creerlo. - ¿Desde cuándo?
-Dos meses.
-Pues deberías haber venido a visitarnos… quiero decir, visitarme – corrijo rápidamente, aunque el daño ya está hecho – Yo estoy en Australia, acabo de llegar.
-Lo sé – responde, ignorando mi metedura de pata – Las redes sociales son un torbellino de información estos días. Las fans australianas están pensando en secuestrarte, espero que vayas protegido.
Tras esto suelta una corta carcajada que da a entender perfectamente que no se siente cómoda con esta conversación.
-Iré con cuidado – prometo.
-Te dejo, Josh. Espero hablar contigo pronto, pero ahora mismo tengo mucho trabajo. Adiós.
-Hasta pronto, Ana.