domingo, 30 de noviembre de 2014

Capítulo 11

ANA
-Creo que tengo resaca. - Tamara cierra la taquilla de un portazo, el maquillaje ha conseguido ocultar sus ojeras, pero no su cara de cansancio.
-¿Eso crees? - pregunto abriendo mucho los ojos. Se ha despertado vomitando y he tenido que traerla casi a rastras.
-Mmm... - se queda pensativa con los ojos cerrados y finalmente sonríe complacida - sí. Eso creo.
-Eres increíble - sacudo la cabeza de un lado a otro, pero acabo riendo junto a ella. - ¿Qué tienes ahora?
Tamara y yo estudiamos lo mismo, artes escénicas, pero estamos en grupos diferentes, por lo que apenas coincidimos en clase.
-Danza interpretativa - responde haciendo un mohín de fastidio, y tengo que reprimir las ganas de reír al recordarla ayer bailando en el pub. - ¿Y tú?
-Monólogo con Mr. Williams. - hago una mueca de asco - Se supone que debe ser gracioso pero ya sabes cuál es nuestro problema.
-Sí - Tamara apoya una mano en las taquillas y me observa con seriedad - Lo que a los españoles nos parece divertido a los americanos les resulta ridículo. Odio este tipo de conflictos culturales.
-¿Conflictos culturales? - pregunto divertida, y mi compañera de habitación me fulmina con la mirada. - Será mejor que me vaya, Mr. Williams...
-Oh, oh. Por ahí viene tu amiga...
Miro interrogante a Tamara y me giro para ver de qué habla. Se me cae el alma a los pies. Mierda. Sue Mostby viene directa hacia mí.
-¡Eh, tú, española asquerosa! - todo el mundo en el pasillo se gira para observarme.
-Esto no pinta bien - canturrea Tamara a mi espalda.
-¿Quieres callarte? - le digo lo suficientemente bajo como para que solo ella me escuche.
-Así que sigues aquí - Sue ha llegado hasta mí y nadie nos quita el ojo de encima. Aunque, ¿quién lo haría después de lo ocurrido hace una semana, cuando le tiré al charco de barro mientras corríamos en deporte? - Pensaba que después de llorar en el baño ayer te habrías marchado.
Oh, mierda. ¿Me escuchó? ¿No estaba sola?
-En realidad he decidido quedarme para joderte el año, Sue - contesto en inglés, con un valor que no me pertenece. No sé por qué, pero cuando esta chica me amenaza, surge esta nueva faceta, al igual que el otro día. Sigo diciendo que fue un accidente, pero la verdad es que después de un mes soportando sus burlas sobre mí, aquel charco de barro resultó una liberación.
-¿Cómo te atreves...? - se lanza hacia mí y yo me preparo para defenderme, pero en el último segundo, unos brazos la sujetan y la empujan hacia atrás.
-Déjala ya, Sue.
La chica me mira con los ojos llenos de rabia, después mira de la misma forma al chico rubio que la ha sostenido y se suelta de un tirón. Cuando se da la vuelta y desaparece entre el círculo de gente que nos ha rodeado, vuelvo a respirar.
-No deberías picarla de ese modo. - el chico se da la vuelta y el corazón se me encoje. Es Ross.
-Y no hacía falta que te metieras en medio. – respondo con más frialdad de la necesaria.
-Cierto, la situación estaba controlada - susurra Tamara detrás de mí, y le doy un codazo para que se calle.
-Tranquila - Ross me sonríe amargamente - No ha sido nada, no me lo agradezcas con tanta efusividad. - su ironía me desconcierta.
-Es increíble - susurra Tamara una vez que Ross se ha marchado - Un tío buenísimo sale a defenderte y tú lo tratas así.
Pongo los ojos en blanco, pero en el fondo sé que tiene razón.

ÁLEX
El aterrizaje resulta mucho mejor que el anterior, cuando llegamos a Italia y el niño que había sentado a mi lado acabó vomitando por culpa de las turbulencias. Es agradable volver a casa después de dos semanas en un país extranjero, en el que Adrián y yo no hemos dejado de andar día y noche, visitar todo tipo de museos y probar todos los platos de comida. Vale, no ha sido malo. Al contrario, ha sido maravillosos, tal y como suena, Y ahora, Adrián y yo tenemos una semana para escribir todas las experiencias vividas en estos quince día.
-Nuestras maletas siempre salen las últimas. Esto pasa por tu manía de ser los primeros en presentar el equipaje. Podría haber estado una hora más durmiendo - Adrián se agacha para coger su maleta verde, que acaba de aparecer en la cinta transportadora, sin dejar de refunfuñar.
Me sorprende que este chico, al que hace poco menos de dos años odiaba, ahora sea un gran amigo con el que estoy compartiendo todo tipo de experiencias y con el que estoy escribiendo un libro de viajes. Nuestro segundo libro de viajes, después de la guía de lugares turísticos de España. Y ya tenemos en mente un tercer libro, en el que hablaremos de todos esos pueblo perdidos de España.
Cogemos un taxi que nos lleva hasta la ciudad. Por el camino decidimos llegar al nuevo piso de Estefi, que está en el centro, y darle el regalo. Nos va a matar, pero tanto Adrián como yo tenemos ganas de reencontrarnos con la pareja feliz. Pagamos al taxista y, con la maleta y todo, subimos hasta el ático. Cuando Estefi abre la puerta, grita de alegría y nos abraza a ambos. Está guapísima: alta, delgada, y con el pelo más rubio aún si cabe.
-Pasad, pasad - nos empuja para que avancemos y entramos en la estancia más increíble en la que he estado nunca. - ¿Y bien? ¿Qué os parece?
Adrián deja escapar una exclamación de asombro. Todas las paredes son blancas, excepto la que hay justo en frente, por supuesto, que es entera de cristal y permite unas vistas increíbles de toda la ciudad. Apenas hay muros que separen las habitaciones, subimos unas escaleras que nos conducen a un segundo nivel, donde están la cocina y el comedor. Justo detrás, bajando otros escalones, hay una zona llena de sofás y un televisor enorme. Subimos unas escaleras de caracol hasta llegar a la zona superior, en la que están las habitaciones.
-Esto es alucinante - sigo asombrado con el lugar. Estefi está preparando café mientras que Álex y yo esperamos en la mesa - Por cierto, esto es tuyo. - le entrego una bolsa negra al mismo tiempo que ella nos sirve el café.
El grito casi me deja sordo. Estefi saca una sudadera de "I LOVE ITALY" y la abraza entusiasmada. Después una figura de una góndola, hecha de cerámica, y una réplica en miniatura del David de Miguel Ángel.
-Espero que encontréis un sitio donde ponerlo - comenta Adrián, echando un rápido vistazo a todo el piso - También hay un llavero para Juan, con el símbolo de Ferrari. Por cierto, ¿dónde está mi queridísimo amigo?
-Trabajando. Creo que hoy tenía una reunión. - responde Estefi, con la sonrisa aún en la cara - Últimamente trabaja muy duro para poder pagar esto.
-No debe de ser barato - Adrián niega con la cabeza - No sé vosotros, pero yo me voy. Estoy molido.
-Cierto, le he quitado una hora de sueño - pongo los ojos en blanco y me levanto al mismo tiempo que mi compañero de viaje.
-¿Qué? ¿Ya os vais? - Estefi se muestra decepcionada. En el fondo me encantaría quedarme y charlar. Oh, maldita sea, claro que me gustaría quedarme, pero no es bueno para ninguno de los dos, y menos aún para mí.
-Sí, estamos cansados. - le hago una burla y ella sonría cariñosamente, como hace años, cuando era mi mejor amiga y yo uno de sus mayores apoyos. Ahora todo parece haber cambiado.
-Espero volver a veros. ¿Y si quedamos mañana todos juntos para cenar? - Adrián y yo nos miramos, y sé que ambos estamos pensando lo mismo.
-Tenemos que escribir, Estefi. Dentro de nueve días volvemos a irnos y tenemos que contar todo lo de Italia. Pero ya lo hablaremos, ¿vale?
Estefi hace un mohín, llena de fastidio, pero acaba asintiendo.
-Se la ve feliz - comenta Adrián mientras tiramos de nuestras maletas por mitad de la ciudad. Por suerte, mi casa no está muy lejos, y la suya tampoco.
-Sí, lo está - no puedo evitar sonar sarcástico. Adrián me mira extrañado, pero se acaba encogiendo de hombros y me ignora. - Oye, ¿qué es...? - me detengo de golpe y contemplo horrorizado el escaparate de la cafetería junto a la que estamos pasando.
-Es una cafetería - responde Adrián con tono cansado. - A decir verdad, es la cafetería en la que conocí a la hermana gemela de Ana. ¡Qué día! - ignoro el momento de añoranza por el que pasa mi compañero y tiro del brazo para que se coloque donde estoy yo.
-Mira ahí, imbécil, entre toda esa gente.
-Oye, no hace falta que me... ¡Ey! Es Juan. Espera, ¿no estaba...?
-¿Trabajando? Sí.
-Está con alguien. Una mujer. - Adrián frunce el ceño - Mierda, Álex. ¿Crees que...?
-¿Está engañando a Estefi? - termino por él, y maldigo nuestra telepatía - No lo sé. ¿Tú crees?
-Lo mismo es una compañera de trabajo. - Adrián se frota la palma de las manos en los vaqueros. Vale, está nervioso - Nos estamos precipitando, Álex.
-Supuestamente estaba trabajando duro - Adrián se separa del cristal y me mira con el ceño fruncido - Tal vez deberíamos...
-¿Entrar? ¿Hablar con él? ¿Decírselo a Estefi? - lanza una última mirada al interior de la cafetería antes de coger su maleta y retomar la marcha - ¿No crees que estás exagerando?
Vale. Puede que Adrián tenga razón. Cojo mi maleta y lo sigo. Pero, aun así, hay algo que no termina de convencerme.

jueves, 30 de octubre de 2014

Capítulo 10

RYDEL
-¿Ross?
El chico rubio que hay en mitad del pasillo se da la vuelta para mirarme. Su rostro tan solo refleja tristeza. Es tan extraño verlo apagado...
-¿No has ido a ver a Rayland? - pregunto, sorprendida de encontrármelo en casa. Él niega con la cabeza, cabizbajo, y se da la vuelta para marcharse. No puedo detenerlo, porque me quedo petrificada en el pasillo.
Mi hermano está deprimido. Ross. Esto es completamente nuevo. Bajo corriendo a la cocina, donde mis padres están preparando algo rápido de cenar. Tras informarles que Ross y yo no nos uniremos a ellos para comer, cojo un bol de ensalada y frío unas tiras de bacon.
Llego a la puerta de la habitación de Ross con una bandeja en una mano, y llamo con suavidad. No se oye nada al otro lado, así que abro la puerta con cuidado. Su cuarto está desordenado, algo que no es muy común, y él está sentado en su escritorio, con la guitarra acústica sobre las rodillas y numerosos folios disperso aquí y allá.
-¿Estás componiendo? - pregunto asombrada, porque esa suele ser la tarea de Rocky y Riker.
-Lo intento - su tono de voz deja claro que quiere que me vaya, pero lo ignoro y me acerco hasta su cama, donde deposito la cena que he preparado.
-Te he traído algo para cenar.
-No tengo hambre - contesta sin levantar la mirada de los folios, y toca unos cuantos acordes en la guitarra.
-¡Eh, eso no ha estado nada mal! - mis intento de animarle resultan patéticos - Eh, Ross. ¿Qué ocurre? - me siento en el borde del colchón, lo más cerca de él que puedo.
-Nada, Rydel - contesta con tono cansado.
-Oh, Ross. ¿Crees que soy tonta? Llevas unos días muy raro. - cojo el bol de ensalada y lo coloco con un golpe sordo sobre su escritorio, y le tiendo un tenedor a mi hermano, quien lanza un suspiro de frustración, aunque acaba cogiendo el cubierto y pinchando en la ensalada - Creo que podría ayudarte.
Me mira fijamente y esboza una tímida sonrisa.
-Ha sido un verano extraño. Fue bastante duro cuando me encontré con...
-Laura - termino por él, y enseguida lo entiendo todo.
Aquella chica simpática y atrevida con la que nos encontramos en Nueva York. Mi hermano había pasado meses con ella, grabando una serie de adolescentes. Recuerdo que fueron los años en los que menos tiempo pasábamos con él, pero se le veía feliz siempre que nos reencontrábamos. No tenía nada con aquella chica, ningún romance, pero, al parecer, aquella chica le hacía sentir vivo y feliz con su presencia. Estaba enamorado de ella, aunque nunca se hubiera atrevido a admitirlo. Conozco demasiado bien a mi hermano pequeño. La decaída de su humor comenzó tras el concierto en Nueva York, cuando Laura y su novio, un chico enorme y musculoso, entraron en los camerinos para saludarnos.
-Supongo que no siento nada por ella ya, pero los recuerdos...
Cuando dejó de grabar la serie, su pasión por la adrenalina se intensificó. Sus ingresos por fracturas de huesos aumentaron peligrosamente y nuestra vida se llenó de sustos. Mi pobre hermanito tiene aún una fractura en su corazón que nadie ha sido capaz de cerrar.
-Deberías haber ido con los chicos a ver a Rayland. Seguro que ellos habrían conseguido animarte.
Se encoge de hombros.
-Tampoco se está tan mal aquí. Además, hace mucho que no hablamos. - me sonríe y guiña un ojo. Ojalá volviese a sonreír como aquel niño de diez años feliz y apasionado por la música. - ¿Por qué no has ido tú?
-Tenía que seguir con el trabajo de esta tarde. Vuestras pequeñas interrupciones - le fulmino con la mirada al recordar cómo empezaron a cantar en mitad de la tarde - me retrasaron mucho.
-No entiendo por qué te pusiste así. Tan solo fue una broma.
-Lo sé - bajo la mirada y cojo el plato de bacon - pero no me gusta que toquéis delante de mis compañeras.
-¿Por qué te muestras siempre tan reacia en esos temas? ¿Es por lo de la ex novia de Rocky?
-¿Cuál de ellas? - pregunto, y no puedo evitar soltar una carcajada a la que se une Ross. Pero el momento de euforia acaba rápidamente - Me molestó, ¿vale? Estoy cansada de que las chicas se acerquen a mí por vosotros. O de que mis amigas dejen de serlo por vosotros. Estoy muy cansada de eso.
-Supongo que no debe ser divertido.
-No puedes hacerte una idea.
-¿Por eso no te cae bien Ana? - me quedo boquiabierta.
-¿Cómo sabes su nombre? - intento desviar la conversación desesperadamente.
-Me encontré con ella por el pasillo, esta tarde. Es muy tímida, ¿no?
-Algo - me encojo de hombros - La verdad es que la chica no es muy habladora. No tiene amigos aquí. No parece haberse adaptado muy bien. ¿Por qué me preguntas por ella? - lo miro con los ojos entornados y su cara se llena de sorpresa.
-No es lo que estás pensando - responde con los ojos muy abiertos - La verdad es que me da algo de lástima.
-¿Ella? A mí no.
-¿Por qué? - es una buena pregunta.
-No lo sé, pero tengo una mala impresión. No creo que sea tan buena y callada como pretende aparentar.
-Tal vez debas darle una oportunidad - oh, mi hermano dándome consejos. Esto es lo extraño de ser la única chica de la familia. Mis hermanos y Ellington siempre me están protegiendo, pero nunca me aconsejan. Ross acaba de hacerlo.
-Pero tengo miedo. - susurro, y enseguida me arrepiento de ello. Pero una vez que he comenzado, no puedo dejar de hablar - Me asusta que sea una interesada. Estar dispuesta a acercarme a ella y que sólo le interese... vosotros. Y la fama. ¡Ross, no lo entiendes!
Me cubro la cara con el brazo y me dejo caer sobre su cama. Pocos segundos después, unas manos frías me retiran el brazo. Mi hermano pequeño está frente a mí y, con un suspiro, se sienta.
-¿Y si ella fuera diferente?
-¿Y cómo lo sabes? - pregunto en un tono cortante.
-Sinceramente, Rydel, no lo sé. Pero algún día llegará una chica en la que recuperes la confianza. ¿Y si Ana fuera esa chica?
-¿Y si no lo es? ¿Y si es como todas?
Los oscuros ojos de mi hermano se clavan en mí y por primera vez en muchos días, en su rostro se dibuja una sonrisa que llega hasta esos ojos.
-Siempre hay que arriesgar.

miércoles, 20 de agosto de 2014

Capítulo 9

ANA

-No sé cómo me he dejado convencer – comento cuando atravesamos las puertas del pub. La oscuridad nos inundan y la música comienza a resonar en seguida en mis oídos – Y para colmo música pinchada. Me encanta, Tamara – sonrío con ironía a mi compañera de habitación.
-Oh, vamos. Te gustará. Hoy hay un concurso y la música no está tan mal.
Sus palabras se verifican cuando llevamos unos minutos en el interior. No, la música no está nada mal. Sigo a Tamara hasta una de las esquinas, en la que se han reunido en grupo de sus amigas. Yo, como siempre, me siento en una esquina con mi botellín de cerveza, decidida a no hablar con ninguna de ellas. ¿Por qué? Sencillamente, no tengo razones. Desde que dejé España, me he convertido en una persona oscura y cerrada.
-Y a continuación, Rayland Lynch. Espero que lo disfrutéis – las chicas de nuestra mesa comienzan a gritar histéricas y yo me quedo boquiabierta cuando un chico rubio sube a la mesa de los DJs.
-¿Qué me dices? ¿Te lo estás pasando mejor o no? – pregunta Tamara en mi oído.
-Él… Él… - no tengo palabras. Rayland comienza a pinchar discos y yo sigo con la cara descompuesta.
-Viene todos los años. – me explica Tamara - Parte de su éxito se lo debe a los dueños del local, así que actúa en el concurso para atraer a gente, aunque no participa. No sería justo, por supuesto.
-Esto es increíble – susurro sin aliento, y le doy un trago a mi bebida.
-En un día te has encontrado con toda la familia Lynch. ¡Qué suerte tienes! – grita Tamara por encima del ruido.
De repente aparece una idea fugaz en mi cabeza. ¿Y si…? Sería demasiada coincidencia, aunque no es una locura.
-¡Vamos a bailar! – cojo a Tamara del brazo y la arrastro hacia la pista de baile, envalentonada por el alcohol.
Ella se mueve torpemente. Es una chica despampanante y sexy, pero en lo que respecta a mover las caderas, es bastante exagerada. Yo me muevo tímidamente al son de la música, pero acabo soltándome en cuestión de minutos. La marea de gente nos engulle mientras que seguimos moviéndonos. Levanto la cabeza por encima de la gente en busca de un pelo rubio brillante… y lo encuentro. Oh, esto es increíble. Vuelvo a arrastrar a Tamara hasta uno de los extremos del local, en dirección al pelo rubio.
La gente parece desaparecer y tropiezo conmigo misma, de tal forma que acabo chocando contra la espalda del joven, que no es ni por asomo quien yo esperaba.
-Mierda – suelto en español, y trato de recomponerme en seguida – Lo siento. - levanto la mirada y lo veo. No, no es quien yo esperaba. Es su hermano mayor. - ¿Riker?
-¿Nos conocemos? – pregunta el chico con una sonrisa divertida.
-Yo… Yo… - genial. Me he vuelto a quedar embobada.
-¡Eh! Pero si es Ana, la amiga de Rydel – me doy la vuelta y abro mucho los ojos al encontrarme con Rocky, quien me tiende la mano – Rocky Lynch, un placer. – no sé cómo, pero finalmente consigo responder a su saludo.
-Ah, esta es la chica – Riker me envuelve en un abrazo y yo me quedo petrificada. Debo de estar soñando, no hay otra explicación. – Me alegra saber que has sobrevivido a una tarde de trabajo con Rydel. Normalmente se estresa mucho – esto último me lo cuenta al oído, como si me confesara un secreto.
-Esta es mi amiga Tamara - consigo decir cuando recupero el habla, y tiro del brazo para mostrar a mi compañera de piso, que sonríe de forma radiante.
-¡Encantada! – grita por encima del bullicio, y abraza a los dos chicos.
-Y este es Ratliff - presenta Rocky justo cuando Ellington Ratliff, el único componente de R5 cuyo apellido no es Lynch, aparece en el pequeño coro que hemos formado. – Ratliff, te presento a Tamara y Ana. ¿De dónde sois, por cierto?
-España – contestamos Tamara y yo al unísono. – Vuestro hermano lo hace genial, por cierto – digo, lanzando un vistazo a Rayland.
-Sí, somos una familia con talento – dice Riker con una sonrisa.
-¿Habéis venido todos? – pregunta Tamara, y su pregunta me interesa enormemente.
-Rydel se ha quedado en casa estudiando – le contesta Ratliff – Y Ross no sabemos si vendrá o no. No suele perderse este evento, pero lleva unos días bastante raro.
-¿Días? - pregunta Riker – Lleva así desde que empezasteis el curso.
Rocky se encoge de hombros y me siento incómoda, en medio de una conversación familiar.
-¿Cómo sabes mi nombre? – le pregunto, cambiando el tema de la conversación. Éste me guiña un ojo.
-Misterios de la vida. – le frunzo el ceño y ríe con fuerza. – Ross me lo dijo.
-Ah.
Ross. Recuerdo nuestro encuentro en el pasillo y noto como me sonrojo. Me alegra que las luces de colores no sean suficientemente claras como para mostrar el repentino color que ha surgido en mis mejillas.
-¡A Ana le encanta vuestro grupo! – exclama Tamara entre el vocerío. Abro mucho los ojos y me giro, dispuesta a pegarle, sin embargo, Ratliff parece leerme las intenciones y me coge por la cintura, acercándome a él y pasando uno de sus brazos por encima de mis hombros.
-¿En serio? Eso es genial. Este fin de semana tocamos aquí. ¿Tienes entradas?
Niego tímidamente con la cabeza. Con la llegada, los estudios y el idioma ni sabía que tocarían.
-Vaya, vaya. Eso no está bien. – Ratliff parece divertido – Aunque ya lo solucionaremos, ¿verdad, chicos?
Lo miro extrañada y me suelta. Mi cabreo con Tamara se ha evaporado. Estoy confusa y noto como el alcohol me sube poco a poco a la cabeza. Será mejor que salga de aquí o acabaré diciendo tonterías sin sentido.
-Me ha encantado conoceros, chicos, pero Tamara y yo tenemos que volver con nuestras amigas.
Los tres nos dan un abrazo a ambas mientras Tamara me fulmina con la mirada. Yo me limito a encogerme de hombros, me despido de los chicos con la mano y vuelvo a arrastrar a mi compañera hasta el otro extremo del local, justo en el instante en el que Rayland termina de pinchar.


CLAUDIA

-¡Ay, por fin! ¿Qué tal el viaje?
Mientras Josh me cuenta por teléfono lo maravilloso que es Australia y lo perfecto que ha sido el viaje, noto como esa sensación cada vez más familiar m inunda el pecho. Es un chico maravilloso y cariñoso. Y me quiere. Y yo le quiero a él. Más de lo que nadie imagina.
Recuerdo como, después de nuestro casi beso en el parque, las semanas empezaron a pasar lentamente y yo seguía sin saber nada de él. Pasé de verlo todos los días en la escuela de teatro a pensar que el conocerlo tan solo había sido un sueño. Un dulce y precioso sueño. Desesperada, opté por buscar información sobre él en Internet, pero no encontré nada nuevo. En una página mencionaban que estaba descansando después de meses de rodaje para su nueva película. Cualquier información me resultaba escasa y, para mi pesar, poco a poco me di cuenta del gran papel que aquel actor tenía en mi vida, de todo lo que estaba echándolo de menos.
Sin embargo, me imaginaba de nuevo la escena del parque y sabía perfectamente, que no cambiaría nada de lo que dije ni de lo que hice. Sabía que estar con él sólo me causaría más dolor. Estaba tan cegada y convencida de que Josh seguía sintiendo algo por mi hermana... Pensé en llamarla a ella para interrogarla, pero descarté la idea en seguida. ¿Cómo podía siquiera haberlo planteado?
Pero entonces llegó. Un día lluvioso de octubre. El cielo estaba completamente gris y no dejaba de llover. El suelo era más resbaladizo que nunca y las calles estaban casi inundadas. Salí de la escuela corriendo tan rápido como pude, dos horas más tarde de lo normal y sin paraguas. La residencia en la que me hospedaba estaba a tan solo tres manzanas de distancia, pero tras haber recorrido unos diez metros ya estaba completamente empapada. Giré a la izquierda y aparecí en una de las grandes avenidas de la ciudad, en la que se encontraba mi residencia. Al lado de la cabina de teléfonos que había entre ésta y el punto en el que me encontraba había un chico no muy alto, musculoso. Entorné los ojos cuanto pude para observarlo a través de la cortina de agua que caían fuertemente desde el cielo. En su cara, sonriente, asomaba un atisbo de tristeza que en aquel momento me derrumbó. ¿Cómo había podido ser capaz de marcharme de aquel parque sin despedirme de él? ¿Cómo había sido capaz de rechazarlo? ¿Cómo podía haber ignorado mis sentimientos de esa manera?
Me acerqué con lentitud, ignorando por completo la lluvia. ¿Estaría aquí para verme? Hoy había salido tarde de clases. ¿Cuánto llevaba bajo la lluvia? Conforme me aproximaba pude ver que una tímida sonrisa se dibujaba en su rostro. Cuando lo alcancé, no hicieron falta las palabras. Sólo estábamos nosotros dos. El mundo había dejado de existir para ambos.
-Llevo toda la mañana aquí - dijo, con una sonrisa que se hacía cada vez más amplia - Si te niegas a creer lo que siento por ti, no sé qué más tendré que hacer.
No me dio tiempo apenas a sonreírle. Dio un paso hacia mí, colocó sus manos en mis mejillas y redujo los centímetros que nos separaban a cero. Nuestros labios encajaron como si fueran piezas que se habían hecho para estar siempre juntas. Las gotas de lluvia seguían cayendo sobre nosotros, pero no nos importaba.
Siempre había tenido miedo de enamorarme, de mostrarle mis sentimientos a alguien, pero en aquella ocasión estaba eufórica de una nueva aventura.

-Antes he llamado a tu hermana – estas palabras me hacen volver a la realidad, me despiertan de mi dulce y corto viaje entre mis recuerdos.
-¿A Ana? – pregunto aún sorprendida. Por un momento, Josh estaba junto a mí y no a cientos de kilómetros.
-No tienes otra hermana – casi puedo ver la sonrisa irónica que debe reflejarse en estos momentos en su hermoso rostro – Está en Los Ángeles, estudiando.
-Qué fuerte – susurro contrariada – Mis padres no me han dicho nada. ¿Cómo ha podido dejarlos sola?
-Tú también los dejaste solos, Claudia – y noto que se arrepiente de haber dicho eso en seguida.
-No es lo mismo, Josh. – lanza un fuerte suspiro.
-Yo lo veo exactamente igual. Además, ella lleva queriendo irse de allí demasiado tiempo. Y si no ha podido hacerlo antes es, en parte, culpa tuya.
-Te estás pasando, Josh Hutcherson – digo en tono amenazante, incapaz de creer que esté diciéndome todo esto.
-Lo siento, cariño. Pero es la verdad.
-Ah, claro. Tú defiéndela.
-No la defiendo. Pero ahora no tienes razón.
-¡Me estás mosqueando! – exclamo, y Josh se ríe, lo que me deja boquiabierta.
-Yo también te quiero. Pero ahora mismo tengo que descansar, mañana empiezo a rodar. Te llamo, ¿vale?
-Sí – respondo en tono cortante.
-Te quiero – y cuelga.
-Y yo a ti – susurro en tono cansado, aunque sé que ya no puede escucharme.



miércoles, 30 de julio de 2014

Capítulo 8

ANA

Camino por las tranquilas calles de las afueras de Los Ángeles en busca de una parada de autobuses que me lleve al centro mientras pienso en todo lo acontecido en el día de hoy.
Josh me ha llamado. ¿Cómo me siento? O tal vez lo que debería preguntarme es cómo debería sentirme. Tal vez debería olvidarme por completos de mis sentimientos y centrarme en mi presente y mi futuro. Al fin he encontrado mi verdadera vocación y camino para cumplir mi sueño. ¿Quién diría que lo que empezó como un hobbie se acabaría convirtiendo en mis planes de futuro? Antes no me había percatado, pero siento que siempre he estado buscando arte dramático. Al parecer, lo he encontrado.
Recuerdo lo que me costó mandar la beca. Estefi estaba pegada al otro lado del teléfono, dándome indicaciones para no meter la pata al mandar la información. Había llegado el momento de darle a "Mandar" y las manos comenzaron a sudarme mientras tecleaba en el portátil.
-No puedes hablar en serio. Ni se te ocurra rajarte ahora.
-Está bien.
Cliqueé sobre el botón antes de que pudiera arrepentirme y después me dejé caer sobre el sofá.
-¿Y si no me cogen? - pregunté alto, para que mi voz llegara al móvil, que había dejado sobre la mesa.
-Sabrás que no vales para esto - la voz de Estefi salió amplificada por los altavoces del teléfono.
-¿Y si lo hacen? ¿Y si me cogen?
-Pues iremos a tu casa a ayudarte a preparar la maleta.
Y pocas semanas después ahí estaba la respuesta. Aceptada. Aquel día, mis padres estaban en casa, algo que poco a poco se había vuelto más normal desde que mi hermana se había marchado al otro lado del océano, donde era más difícil visitarla. Apenas se inmutaron cuando les anuncié que me marchaba, y esa fue la razón por la que dos semanas antes de que tuviera que partir, cogí todas mis cosas y me marché a casa de Estefi a pasar unas pequeñas vacaciones junto a mi mejor amiga.
Y aquí estoy. Sola y a cientos de kilómetros de distancia de mis amigos.
-Soy una amargada - comento en voz alta, cuando a pocos metros de mí se detiene un autobús que me conducirá de nuevo a la residencia que hay en el centro de Los Ángeles.
Sin dudarlo un segundo, cojo el teléfono y marco el número de Estefi, a sabiendas de que son cerca de las tres de la madrugada en España.
-¿Diga? - la voz de mi mejor amiga no suena cansada en absoluto.
-¿No deberías estar durmiendo? - pregunto.
-¡ANA! - por suerte me he anticipado a lo que haría y me he alejado el teléfono del oído.
-No sabes lo bien que sienta poder hablar en español de nuevo. - digo riendo.
-No hace falta que me restriegues que te pasas las horas con tu fluido inglés - contesta con un rencor fingido.
-No es tan fluido - la contradigo, deseando poder disfrutar de una nueva discusión con mi mejor amiga, como antes.
-No me seas modesta. ¿Cómo lo estás pasando?
Guardo silencio un momento. ¿Quiero decirle que estoy bien? ¿O prefiero serle completamente sincera?
-No tan bien como esperaba - apoyo la cabeza contra el cristal de la ventana y miro la ciudad pasar a gran velocidad - Os echo mucho de menos. Me cuesta mucho hacer amigos y, adivina con quién tengo que hacer un trabajo agotador sobre el Barroco. Con Rydel Lynch.
-¡¿Rydel?! ¿Rydel Lynch? ¿De R5? ¡Eso es genial!
-¿Genial? No me soporta. Y he hecho el ridículo delante de no de sus hermano.
-¿Rayland, Ryker, Ross o Rocky? - pregunta de carrerilla.
-Ross.
-Uh... Eso ya no es tan divertido. ¿Qué ha ocurrido?
-Me caí en el pasillo delante de él mientras llegaba tarde a clase, otra vez. - el autobús se detiene y vuelvo a colgarme la maleta a la espalda para bajar - Y hoy, en su casa, me ha encontrado llorosa en mitad del pasillo. No he sido capaz de dirigirle la palabra. ¡Estefi me está pasando otra vez! - exclamo histérica.
-Eres un imán para los famosos, nena.
-¡Esa es otra! - exclamo, y una pareja de turistas se queda mirándome extrañados - Hoy me ha llamado Josh.
-¿Hutcherson?
-¿Quién si no? Ha sido muy raro. No hablaba con él desde...
-Desde que te enteraste que estaba con tu hermana - me corta. - ¿Qué quería?
-Hablar. No llamaba por ningún motivo.
-Ten cuidado, Ana - la voz de Estefi se llena de amor - No quiero que vuelvas a pasarlo mal.
-¿Qué tal las cosas por ahí? - pregunta rápidamente, puesto siento cómo surge el nudo en mi garganta. No tengo ganas de echarme a llorar con Estefi escuchando.
-Bien. Álex y Adrián se fueron de viaje a Italia el sábado. Los imbéciles se negaron a llevarme.
Río con fuerza imaginándome la escena que mi mejor amiga, quien lleva años queriendo ir a Italia, debió montarles en cuanto se enteró que se marchaban. En ese momento llego al edificio de la residencia y abro la puerta con las llaves que me dieron cuando me establecía aquí. Cruzo el hall, en el que varios alumnos están enganchados al wi-fi con sus portátiles, y llamo a uno de los ascensores para que me conduzca a la quinta planta, que comparto con otras siete chicas.
-No te rías - me reprime Estefi - Cada vez que me llaman les cuelgo el teléfono del cabreo que tengo.
-No te gusta nada hacerte de rogar, ¿eh? - pregunto con ironía.
-Que no se note que me conoces.
-Bueno, tengo que dejarte, acabo de llegar a mi habitación - me despido cuando las puertas del ascensor se abren - Hablamos luego.
Estefi da un sonoro beso al otro lado de la línea y cuelga. Me guardo el móvil en el bolsillo trasero del pantalón y entro en mi habitación, en el que mi compañera de habitación, Tamara, está pegada al armario, sacando numerosas perchas llenas de ropa.
-Hoy me has dejado tirada - le doy un golpe en el hombro y asoma la cabeza fuera del mueble. Tiene el pelo rojo y rizado recogido en una coleta.
-No tenía ganas de ir. ¿Dónde has estado?
-En casa de Rydel Lynch, haciendo un trabajo de arte.
Me dejo caer sobre la cama y cierro los ojos.
-¿Rydel? ¿Y qué tal? ¿Cómo te trata?
-Esa es una pregunta extraña - gruño. - Pero no creo que me aprecie.
-Eso es porque alguno de sus hermanos se ha fijado en ti.
-¿Qué? - pregunto sobresaltándome.
-Siempre hace lo mismo, aunque no la culpo. La he tratado bastante y no es mala chica. Ponte en la siguiente situación. Tu hermano empieza a salir con una chica, la cual decide acercarse a ti. Y cuando lo dejan, la chica decide que es mejor no acercarse a ti porque eso no la ayuda a superar la ruptura, y eso que era tu amiga.
-Vaya... - poco a poco comienzo a entender lo que quiere decir.
-Pero eso no es todo. Decides que no vas a volver a hacerte amiga de las novias de tus hermanos, pero aun así, ellas insisten en acercarse a ti. A la mitad no las soportas, y estás deseando que acabe la relación para que te dejen en paz. Sin embargo, cuando rompen, hace todo lo contrario y va a pedirte ayuda, llorando, para que hagas que la relación se arregle o para que la ayudes a pegar los pedacitos de su corazón. ¡Es un coñazo! Y si tuvieras un solo hermano tendría un pase, pero Rydel...
-...tiene cuatro - concluyo por ella. - La verdad es que es una jugarreta.
-Y que lo digas. Por eso intenta que las chicas no se acerquen mucho a ella o a sus hermanos. Si uno se ha fijado en ti, te ha echado la cruz de por vida.
-¿Y por qué tengo que aguantarme? - vuelvo a tumbarme en la cama, aunque esta vez no cierro los ojos - Yo no soy la que se ha fijado en ellos.
-Sí, claro. Seguro que no - comenta con ironía - Pero aun así, son famosos. Acabarán saliéndose con la suya. Además, eres nueva y Rydel no te conoce. No sabe si buscas la fama, el dinero o simplemente estás desesperada.
Genial. Sólo faltaría que descubriera la no-relación que mantuve con Josh para que me despreciara por completo.
-No estoy desesperada - digo finalmente.
-Pues yo sí. Así que arréglate, que esta noche salimos por ahí - dice mi compañera, lanzándome un cortísimo vestido morado.

miércoles, 16 de julio de 2014

Capítulo 7

ANA

-Lo siento – me disculpo mirando a Rydel y guardando el móvil. – Era un amigo. Hace mucho que no hablamos.
-Sí, ya – contesta, y vuelve a enfrascarse en sus apuntes.
Yo intento volver a concentrarme en los míos, pero la voz de Josh se repite una y otra vez en mi cabeza. ¿Visitarlo? Claro que pensé en visitarlo, pero no estaba dispuesta ni mucho menos a encontrarme con Claudia, mi hermana gemela, con quien nunca había tenido una relación muy estrecha. Definitivamente, nunca habíamos tenido relación. Siempre la he considerado la favorita de mis padres. Siempre la consideré culpable de la muerte de Rut, nuestra hermana pequeña. Nuestras continuas discusiones fueron las responsables de que mis padres la mandaran a París, a estudiar arte dramático, mientras yo me quedaba en España y ellos se dedicaban a viajar. Siempre estuve sola y jamás consideré a nadie como un familiar. Salvo a Estefi… La echo tanto de menos.
Puede que este sea el castigo que he decidido imponerle a mis padres: marcharme. Sin embargo, no creo que se lo estén tomando como tal. Jamás estuvieron conmigo cuando era pequeña. ¿Qué me hace pensar que me añorarán ahora, que ya he cumplido la mayoría de edad?
Por eso no puedo ir a ver a Josh, lo que sin lugar a dudas me encantaría. No quiero encontrarme con mi hermana. Todo sería más fácil si ella no estuviera con Josh, o si él no estuviera con nadie. De todas las mujeres que hay en el mundo, a ninguna que saliera con Josh soportaría pero, ¿mi hermana? Su relación sólo ha hecho que mi odio hacia ella sea mayor, mucho mayor.
Aún recuerdo el día perfectamente. Iba a contarle a Josh que me habían concedido la beca. Ya había escuchado rumores del romance entre el famoso y guapísimo Josh Hutcherson con una desconocida chica española. Sin embargo, estaba tan convencida de que los rumores eran sobre mí… Rumores anticuados, obviamente. Mi relación con Josh apenas había empezado cuando llegó el punto y final.
Lo llamaba contentísima. Ahora que Adrián y yo habíamos roto tal vez las cosas pudieran volver a la normalidad. Sin embargo, cuando el móvil dejó de sonar, no fue la sensual voz del actor la que escuché al otro lado del teléfono, sino una voz de chica, con un extraño acento que dejaba bien claro que su lengua materna no era el inglés. Además, me resultaba tan familiar…
-¿Claudia?
Apenas lo creía. Claro que era su voz, aunque hacía meses que no la escuchaba.
-¿Ana?
-¿Qué haces con…? Espera. – me alejé el auricular de la boca para soltar una barbaridad y, tratando de recuperar la compostura, volví a aproximármelo y a decir con tono cortante: - No te he llamado a ti.
-No. Esto… Espera un momento. – el tono de hipocresía había desaparecido de la voz de mi hermana para dejar paso al temor y al nerviosismo.
-¡Ey, Ana! – por otro lado, la voz de Josh estaba muy sobreactuada.
-¿Qué haces con tu hermana? – respecto al tema en el que estuviera inmersa mi gemela, prefería no andarme con rodeos.
-¡Qué directa! Está bien. Quiero que te calmes y respires hondo porque debes de entender que esto no tiene nada de malo.
Entonces lo supe. Todas las piezas encajaban. El romance con la chica española… No era yo.
-¡Estás saliendo con mi hermana!
-Ana… No deberías haberte enterado así. Lo siento muchísimo y… Iba a llamarte pero…
-Pásamela. – mientras escuchaba el tono lastimero de Josh había tomado una decisión. – Pásale el teléfono. Tengo que hablar con ella.
Se hizo un silencio incómodo al otro lado de la línea, pero seguía escuchando la respiración de Josh. Finalmente, con un fuerte resoplido, le pasó el teléfono a mi hermana.
-Dime – jamás había escuchado a mi hermana con un tono tan serio y cortante.
-Dile a Josh que salga de la habitación. Si voy a gritarte, no quiero que él se entere de todo.
No escuché ninguna orden, pero sí una puerta al cerrarse. Confiando en que Claudia le hubiera pedido que saliera de la habitación, comencé a vaciar todas las emociones que había en mi interior.
-¿No había otro? ¡¿No había otro?! Estoy cansada de que siempre consigas lo que quieres. ¿Qué haces con él?
-¿Qué pasa? Ahora no puedo salir con nadie sin tu consentimiento. Ya soy mayorcita y jamás te he pedido permiso para nada, ¿por qué iba a hacerlo ahora?
-¡Porque eres una arpía! Porque te odio y no quiero que esté con él.
-Estás discutiendo por una chiquillada. ¿Te gusta y por eso te enfadas? ¿Porque me ha elegido a mí y no a ti?
Medité dos segundos sobre sus palabras. No, no estaba cabreada porque Josh no me hubiera elegido a mí. ¡Yo sólo lo veía como a un amigo! Era por ella. Siempre conseguía lo que quería y ya estaba empezando a hartarme. Esto había sido una amarga sorpresa y no iba a cruzarme de brazos como siempre había hecho.
-No quiero que estés con él porque le vas a hacer daño. Siempre le haces daño a la gente. En cuanto te aburras un poco lo dejarás y te juro que como le hagas daño averiguaré donde estás y me encargaré de que pagues todo el daño que le hayas hecho a la gente.
-¿Me crees capaz de eso? ¿A quién le he hecho yo daño? – al final noté como su voz se rompía y supuse que había comenzado a llorar.
-¡A mí! – el odio se extendía por todo mi cuerpo e ignorando el nudo de mi garganta, seguí descargándome – He estado sola toda mi vida por tu culpa. Nuestros padres siempre estuvieron pendientes de ti y yo tuve que averiguarme la vida sola.
-¿Me odias porque me envidias?
-¡No te envidio! Mi vida es perfecta, maravillosa. Tengo amigos aquí que nunca me han fallado. ¿Tú tienes amigos? – decidí atacarla donde sabía que más le dolería.
No me contestó. Pasaron los minutos y al otro lado solo había silencio. Pensé que me habría colgado, pero no, los segundos seguían pasando, y justo cuando empezaba a perder la paciencia, habló. No era su voz sarcástica, ni nerviosa, ni falta de emoción alguna. Era seria, como nunca la había escuchado, y parecía tremendamente segura de lo que decía.
-Lo quiero. Y no le haré daño, Ana. Si alguna vez te he hecho daño, lo cual parece ser así, te pido disculpas. ¿Crees que lo hice a caso hecho? – hizo una pausa, pero no respondí – Ahora estoy con Josh, y estamos felices. Creo que si quieres a Josh de verdad, es todo lo que debe importarte.
-Por tu bien espero que le hagas feliz, Claudia.

No esperé a que me contestara. Colgué el teléfono justo antes de echarme a llorar.

jueves, 3 de julio de 2014

Capítulo 6

JOSH

No puedo evitar reír mientras escucho los mensajes que Claudia me ha dejado en el contestador, mientras estaba en el avión.
-¡Te quiero! Te quiero, te quiero, te quiero, te quiero. Y te echo de menos.
A continuación se escucha un ruido al otro lado del teléfono y el mensaje termina. Supongo que se habrá pegado el móvil a la boca para darle un beso. Con solo pensar esto, en mi cara se dibuja una de aquellas sonrisas tontas que siempre odiaba cuando era pequeño. Son las vueltas irónicas que da la vida.
Me siento en el sillón de mi habitación del hotel, aprovechando los pocos minutos de relajación que podré disfrutar en toda mi estancia aquí, en Sídney, a cientos de kilómetros de las personas a las que quiero, antes de que comience la grabación de mi nueva película.  Busco la hora en el reloj que solté entre mis pertenencias antes de subir al avión. Son las ocho de la mañana aquí, por lo que son las seis de la tarde en Nueva York, la ciudad en la que llevo algo más de un año viviendo con Claudia y quien, ahora mismo, debe estar en mitad de las clases. Así que descarto llamarla, aunque me matará por no haberlo hecho nada más aterrizar aquí, en tierra de canguros.
Comienzo a juguetear con el móvil entre las manos, desesperado por comunicarme con alguien. Entonces la recuerdo. Es difícil no recordar hasta el último detalle de su rostro cuando vivo con alguien exactamente igual a ella, salvo que Claudia tiene el pelo más corto. Ana nunca se arriesgaría a cortárselo como ella.
Busco en la agenda de mi móvil su número. En España deben de ser las doce de la noche, con lo que Ana seguro que está despierta. Y, efectivamente, tras dos toques, la propietaria del teléfono responde.
-¿Diga? – pregunta en inglés, lo que me extraña bastante. Yo opto por saludarla en español.
-Hola Ana, ¿qué tal? Soy Josh.
Nuestras conversaciones, las cuales llevaban sin tener lugar unos tres meses, no solo me sirven para saber todo lo que ocurre con mis fans, sino también para mejorar mi español, el cual hace mucho tiempo que di por perdido.
-¡Josh! – no me hace falta verle la cara para saber que está sonriendo. Es una de las pocas personas que conozco con la que hablar por teléfono apenas se diferencia a hablar con ella en persona. – Ahora mismo no es un buen momento para hablar, estoy haciendo un trabajo.
-¿Y estas son horas para hacer un trabajo? – pregunto, sorprendido – Deberías estar durmiendo.
-¿Qué? – parece algo contrariada. Vuelvo a mirar mi reloj para comprobar que no me he equivocado.
-Son las doce de la noche, ¿no? – intento asegurarme. Llevo toda mi vida viajando de un lugar a otro con lo que los cálculos entre franjas horarias siempre se me han dado bien. Además, soy un as de las matemáticas. Ella lo sabe mejor que nadie.
-No… - responde algo confundida. – Ah, espera, ¿crees que estoy en España?
-¿No lo estás? – pregunto. Sin lugar a dudas, esta es una de las conversaciones más ridículas que jamás he tenido con mi amiga.
-No. Es que hace mucho que no hablamos.  – tras esto hace una pausa en la que seguro que recuerda nuestra última conversación. No fue la más agradable teniendo en cuenta que fue Claudia quien contestó al teléfono. Fue la peor forma en la que Ana pudo enterarse de nuestra relación – Me han concedido una beca de estudios y estoy en Los Ángeles.
-¿Los Ángeles? – pregunto, incapaz de creerlo. - ¿Desde cuándo?
-Dos meses.
-Pues deberías haber venido a visitarnos… quiero decir, visitarme – corrijo rápidamente, aunque el daño ya está hecho – Yo estoy en Australia, acabo de llegar.
-Lo sé – responde, ignorando mi metedura de pata – Las redes sociales son un torbellino de información estos días. Las fans australianas están pensando en secuestrarte, espero que vayas protegido.
Tras esto suelta una corta carcajada que da a entender perfectamente que no se siente cómoda con esta conversación.
-Iré con cuidado – prometo.
-Te dejo, Josh. Espero hablar contigo pronto, pero ahora mismo tengo mucho trabajo. Adiós.
-Hasta pronto, Ana.


martes, 24 de junio de 2014

Capítulo 5

CLAUDIA

Me separé rápidamente de él antes de que nuestros labios entraran en contacto y volví a morder mi sándwich de mantequilla de cacahuete. Después, me tumbé sobre el mantel de cuadros y me dediqué a buscar algún trozo de cielo entre el frondoso follaje del árbol que había justo encima de nosotros.
-Claudia...
-Déjalo, Josh - le corté, sonriendo ampliamente.
-No. Quiero disculparme si te ha molestado.
-No me ha molestado - comenzaba a ponerme de mal humor, no solo por haberme separado de él, por lo que ya me consideraba bastante estúpida. También porque él insistía en seguir con el tema.
-Pero...
-¡Josh! - exclamé, levantándome - Eres mi amigo, quiero seguir disfrutando de este día y no quiero estar incómoda.
-¿Si volviera a intentar besarte te apartarías? - la pregunta me pilló desprevenida.
-Sí - afirmé, poco convencida.
-¿Por qué?
-Porque yo no soy ella.
Ahora era él a quien parecía que mi respuesta lo había sorprendido.
-¿Crees que te confundo con ella?
-Veo cómo se te iluminan los ojos cada vez que te llama o cuando alguno de los dos la nombra. - con cada palabra que decía sentía un fuerte dolor en el pecho - Sé que cuando me ves primero piensas en ella y después te decepcionas al comprobar que soy yo. Sé que la quieres, Josh.
-¿Quién dice que no te quiera a ti también?
-Cuando se quiere a dos personas al mismo tiempo significa que no se quiere a ninguna de ambas - esta última frase la dije en español.
Me agaché para recoger las cosas y, sin despedirme, empecé a alejarme de él.


ROSS

La chica que tengo delante mira a un lado y a otro del pasillo. Se muerde el labio inferior con fuerza, hasta tal punto que temo que le empiece a sangrar.
-Yo… esto… lo siento – balbucea, incapaz de mirarme a los ojos.
Sí, sin lugar a dudas es la chica que esta mañana corría por los pasillos, y la misma chica con la que mi hermana hablaba a la salida.
-Soy Ross – digo, y estiro el brazo para estrecharle la mano.
Entonces levanta la mirada. Sus ojos son marrones oscuros y el pelo, largo, lo tiene echado hacia atrás, como si se hubiera quedado así después de llevarlo recogido todo el día. Baja la mirada y aprieta mi mano. La suya es pequeñas, aunque fuerte. Tiene un lazo amarillo atado en la muñeca derecha y un tatuaje, una pequeña “s”.
-Ana – se presenta. Sonríe con una sonrisa nerviosa.
-Entonces, eres la de la mochila. ¿No?
Se limita a asentir con la cabeza al mismo tiempo que su sonrisa se ensancha. Después, me suelta la mano.
-Tengo que irme – dice, señalando hacia el fondo del pasillo, donde la puerta de la habitación de Rydel sigue cerrada a cal y canto.
La sigo con la mirada hasta que la puerta se cierra tras ella. En ese momento oigo las pisadas por las escaleras, que suben de tres en tres. El pelo oscuro de Rocky se mueve al compás de la música que está escuchando en su MP4. Echa un vistazo a la puerta del final de pasillo y después se acerca a mí.
-¿Aún no han salido? – pregunta, quitándose uno de los auriculares.
-¿Quiénes?
-Rydel y su amiguita.
-Dudo mucho que sean amiguitas – contesto, intentando imitar su tono en la última palabra. – Y no, siguen trabajando; aunque la chica, Ana, sí ha salido. Me la he encontrado en el pasillo.
-Ana – repite con voz sensual, y me obligo a aguantar la risa - Es guapa, ¿verdad? – pregunta pícaramente, dándome un codazo.
-Demasiado tímida para mi gusto – contesto, al mismo tiempo que me encojo de hombros.
Me doy la vuelta y regreso a mi habitación. Está más desordenada que de costumbre. Las sábanas de la cama pegada a la pared están arrugadas de haber estado toda la tarde tumbado. Encima del escritorio aún hay medio bocadillo de crema de cacahuete y bolsas de patatas fritas. Avanzo hacia él y recojo el folio que hay sobre la mesa. Hacía tanto tiempo que no tocaba esa canción que casi había olvidado las notas, pero no, siguen guardadas en mi cabeza. Supongo que jamás se borrarán.
Cojo la guitarra acústica que he dejado sobre la silla y toco algunos acordes al azar.
Esa chica parecía llorar cuando la encontré. ¿Sería por la canción? ¿Le parecería triste?
¿Acaso la conocía?
No, es imposible. Nadie, o casi nadie conoce esa canción. Sería demasiada coincidencia.

Me quito la imagen del tatuaje de la cabeza. Tengo cosas mucho más importantes que hacer.

domingo, 16 de marzo de 2014

Capítulo 4

ANA

Oigo voces y golpes al otro lado de la puerta mientras espero nerviosa, sin dejar de dar golpecitos con la punta de mi pie derecho al primero de los escalones de la casa. Al fin la puerta se abre y aparece una Rydel colorada y con cara de pocos amigos.
-Ho-Hola. - saludo.
-Pasa – contesta con sequedad.
Cruzo la puerta y aparezco en un rellano de mueves blancos y paredes color miel. Sin decir una palabra, Rydel comienza a subir las escaleras y yo me limito a seguirla. La planta de arriba consta de un pasillo con numerosas puertas. Rydel llega a la puerta de madera blanca que hay al final de esta, la abre y pasa.
La habitación de mi compañera de trabajo es rosa con muebles de madera blanca a juego con lo del resto de la casa. Aún quedan detalles de su infancia, como varios peluches sobre la cama y una tablón de corcho lleno de dibujos, fotografía y folios escritos por completo. Me pregunto si serán letras de canciones, pero me parece algo tan privado que me obligo a retirar la mirada.
Todas las paredes están llenas de pósteres, sobre todo de All Time Low, su grupo de música favorito. En una esquina de su habitación está su teclado eléctrico. Cuando lo veo, noto un escalofrío que me recorre todo el cuerpo.
-¿Te importa que abra la ventana? - pregunta, y antes de que me dé tiempo responder, ya la ha abierto de par en par.
Pasamos las siguientes tres horas buscando información y fotografías sobre el barroco en su portátil y haciendo anotaciones. Apenas hablamos, sólo para comentar o preguntar sobre algún tipo de información dudosa. Al otro lado de la ventana se escucha el sonido de los niños jugando en la calle. Lo único que nos interrumpe es el sonido de una guitarra. En cuanto la escucha, Rydel deja de escribir sin levantar la cabeza. Entonces el sonido de la guitarra es acompañado por una voz, y la chica rubia que hay sentada a mi lado salta de la silla y camina hacia la puerta.
-Espera aquí – dice antes de salir por la puerta, dejándome sola.
El sonido de la guitarra eléctrica continúa sonando con fuerza y yo me quedo petrificada al escuchar sus voces. Es Forget About You, sin ninguna duda, una de sus canciones más famosas. Primero el solo de Riker, luego el de Ross y entonces llega el estribillo. Escucho con atencón, disfruando de cada verso. La canción continúa.

So right, super tight
Can't recall anything las night
But we woke up with a smile in the morning”

Entonces se oye un grito de rabia, la canción se detiene por un segundo y enseguida se escucha la voz de Ross, cantando mas rápido de lo normal.

Baby I think I've lost my mind
Feels like it crashed into my life
I keep on losing track of time
I'm so mess up, yeah
I'm so...”

Y la música se corta. El silencio es seguido de gritos de protesta, pero la conversación es imposible de entender. Las voces se trasladan al interior de la casa y oigo como varios de pares de pies suben las escaleras. Rydel entra en la habitación y cierra la puerta de un portazo.
-Lo siento – dice mientras camina a la silla para sentarse, pero antes de poder hacerlo se escuchan unos suaves golpes en la puerta.
Rydel se detiene y resopla. Después mira a la puerta y a la silla consecutivamente, valorando qué debe hacer. Al final opta por la puerta y la abre con cuidado.
-¿Qué? - pregunta a la persona que hay frente a ella y a quien no alcanzo a ver.
-Te prometo que no he tenido nada que ver. - contesta la otra persona con rapidez. No me hace falta verlo para saber que esa voz pertenece a Ellington. He visto cientos de entrevistas de ellos para reconocer las voces de todos y cada uno de ellos.
-Lo sé – Rydel fuerza una sonrisa amable – Ha sido idea de Ross y Rocky, ¿verdad?
Ellington ríe al otro lado de la puerta.
-Conoces bien a tus hermanos.
-Por cierto, ¿dónde están? - pregunta Rydel.
-Ross en su cuarto, Rocky se ha ido a dar una vuelta y Riker está en el salón. Están bastante mosqueados.
-Mejor. Así nos dejan trabajar en paz. Quiero quitarme este trabajo cuanto antes. - al escuchar esto siento una creciente incomodidad.
-Nos vemos mañana, ¿vale?
-Hasta mañana.
Rydel vuelve a cerrar la puerta despacio y vuelve a sentarse en la silla que hay junto a mí. Volvemos a estar en silencio hasta que me veo en la obligación de romperlo.
-Rydel, ¿te importa que vaya al servicio?
-Tercera puerta a la derecha. Llama antes de entrar – responde sin levantar la mirada.
Salgo de la habitación y camino en silencio y con cuidado por el pasillo. Pero entonces vuelvo a escuchar su voz. Vuelvo a sentir un escalofrío y los pelos se me ponen de punta.

“I heard you're heading east
So let's just make our peace
So when you think of me
You'll smile and I'll smile

So wait up, wait up
Give me one more chance
To make up, make up
I just need one last dance

So wait up, wait up
Give me one more chance
Just one song, then I'll move on
Give me one last dance

I just need one last dance...
...with you”

Los acordes de la guitarra dejan de sonar y vuelve a hacerse el silencio en la casa. Me quedo petrificada, incapaz de moverme, en mitad del pasillo. Cuando parpadeo, dos lágrimas caen por mis mejillas y me obligo a secármelas rápidamente.
Entonces se abre la puerta y un chico rubio y alto sale de la habitación de la que provenía la música, se queda mirándome fijamente a los ojos, aún llorosos. Es un momento demasiado extraño y el silencio sólo se rompe cuando el chico me mira de arriba a abajo y pregunta:

-Tú eres la chica de la maleta pesada.

jueves, 13 de febrero de 2014

Capítulo 3

CLAUDIA
Aquella tarde Josh decidió enseñarme una zona de Nueva York que aún no había visitado. Si en Nueva York hay parques famosos, éste no era uno de ellos; pero era precioso. Completamente vacío de turistas y lleno de grupos de amigos o de parejas paseando a sus mascotas. Había fuentes por todos lados y árboles que cobijaban del ardiente sol. Era precioso.
-¡He traído un picnic! – anunció Josh cuando llegué a su altura.
Tenía una típica cesta de picnic en la mano. Sin poder evitarlo, empecé a reír.
-¿De qué te ríes? ¿No has visto nunca una cesta de picnic?
-Nunca he ido de picnic – confesé.
-Genial. Entonces será una experiencia única. Vamos.
Josh se encargó de encontrar un troco de césped alejado y solitario y nos sentamos sobre un mantel que había dentro de la cesta. De la cual empezó a sacar sándwiches y mantequilla de cacahuete.
-Algo me dice que nunca has probado la nocilla – comenté, dándole el primer bocado a mi sándwich.
-¿La qué? – preguntó Josh confundido.
-Ya veo que mi hermanita no te lo enseñó todo de España.
En cuanto nombré a mi hermana me arrepentí. Ninguno había hablado de ella desde que nos encontramos. Sabía que él seguía manteniendo el contacto con ella. Era algo así como su agente no oficial. Pero no sabía si había algo más y sospechar sobre eso me provocaba un nudo en el estómago sin razón: no sentía nada por Josh… o al menos intentaba convencerme de ello.
-¿Has hablado con ella? – sacar a luz el tema de mi hermana siempre provocaba en Josh la misma reacción.
-No, Josh. Nunca hablo con ella. – contesté resignada, en lugar de desviar el tema como siempre había sucedido.
-Deberías. Ana es una gran persona.
“Ana es una gran persona”. Estas palabras fueron como un puñetazo para mí. ¿Cómo podía decir eso sin ni siquiera conocerme? Pero daba igual. Josh era mi amigo. ¿Qué importaba lo que él pensara de mí o de mi hermana?
-Lo sé – contesté finalmente – Pero nuestra relación es complicada. Deberías saberlo.
-Lo sé – contestó Josh con seriedad.
Lo miré fijamente y me encontré con sus ojazos verdes y marrones al mismo tiempo clavados en los míos. Mantuvimos la mirada durante minutos, sin que ninguno se atreviera a retirarla. Era como un imán imposible de separar y no me sentía nada incómoda. ¿Por qué alejarla entonces? Sabía que era lo que debería hacer, sabía que mis sentimientos estaban algo agitados cuando Josh me miraba y mantener el contacto visual no ayudaba a que estos se calmaran, sino todo lo contrario.
Apenas noté como la distancia entre ambos se acortaba, ni siquiera supe quién fue el responsable de ello, aunque puede que ambos lo fuéramos.
“Esto no está bien”. Ese era el único pensamiento que inundaba mi cabeza cuando nuestros labios se rozaron. Una corriente me recorrió de la punta a los pies y me paralizó, dejándome demasiado cerca de su rostro.
Fue él quien se lanzó al abismo y cruzó esos escasos milímetros mientras yo me limitaba a cerrar los ojos.


RYDEL
-¡Dejad de hacer el tonto y escucharme!
Mis hermanos se callan al fin, algo que me ha costado casi quince minutos. Ellington ha sido el primero en sentarse en el sofá y escucharme, sin embargo Rocky y Ross no han dejado de discutir por una bolsa de patatas fritas a la barbacoa.
-A ver. Esta tarde va a venir una chica de mi clase para hacer un trabajo. No quiero que nos molestéis, ni que ensayéis… ¡Ni que vayas a verla, Rocky! – exclamo, al ver que mi hermano le da un codazo a nuestro amigo.
-Entonces, ¿pretendes que nos quedemos en nuestra casa como si no estuviéramos? – pregunta Ross, echando algún tipo de salsa dentro de la bolsa de patatas.
-Sí, es más si queréis iros…
-¡¿Qué haces?! – Rocky se lanza sobre Ross y le quita la bolsa de patatas de las manos - ¡Eres un puerco! ¡Deja de meterte tanto en el papel, Austin, la serie ya ha acabado!
-¡No me llames Austin! – grita Ross tirando de la bolsa – Sabes que lo odio y sabes que me encanta probar cosas nuevas.
-¡Deja de mezclar comida!
-¡Deja de quitarme mi comida!
La bolsa se rompe y las patatas salen volando por la habitación, llenando todo lo que encuentran a su paso de una salsa verdosa, incluido mi pelo y la ropa de Ellington. Sin embargo, mis hermanos siguen discutiendo como si no hubiera pasado nada.
Ellington, quien se ha acabado levantando del sofá, se acerca a mí sin dejar de mirarse la camiseta roja llena de salsa espesa.
-Te agradecería que me ayudaras a limpiarme esto, no tiene buena pinta.
Le hago un gesto para que me siga y salimos del salón, intentando ignorar a los dos escandalosos. Subimos las escaleras y llegamos al cuarto de baño. Con una toalla húmeda intento quitarle las manchas a la camiseta, pero es imposible.
-¿Qué tipo de salsa es? – pregunto.
-Ni idea. Ya sabes cómo es tu hermano.
Entonces se quita la camiseta. No es la primera vez que lo veo con el torso al aire, pero esta vez, ambos estamos solos. Me doy la vuelta y mojo la toalla para intentar limpiarme el pelo y de paso disimular. Cuando levanto la mirada, lo veo en el espejo concentrado en dejar su camiseta de nuevo de un solo color.
-¿Y quién es la chica que viene? – pregunta.
-No es de aquí – respondo resignada – Viene de España con lo que no se entera muy bien de las clases. Nos han mandado un trabajo por parejas y me ha tocado con ella.
-¿Y por qué no quieres que nos conozca? ¿Crees que sabe quiénes somos?
-Seguramente – respondo a la defensiva, dándome la vuelta – Acepto a las fans pero ella no me gusta. Hay algo que no termina de cuadrarme. Además, Rocky ya le ha echado el ojo y ya lo conoces. Siempre acabo consolando a las chicas y encubriendo a mi hermano. Estoy harta.
En ese instante suena el timbre de la casa. Ellington y yo miramos hacia la puerta del baño. A continuación, oigo los pasos y las voces de Ross y salgo corriendo escaleras abajo.

Tengo que conseguir llegar a la puerta antes que mi hermano.