CLAUDIA
Me separé rápidamente de él antes de que nuestros labios
entraran en contacto y volví a morder mi sándwich de mantequilla de cacahuete.
Después, me tumbé sobre el mantel de cuadros y me dediqué a buscar algún trozo
de cielo entre el frondoso follaje del árbol que había justo encima de
nosotros.
-Claudia...
-Déjalo, Josh - le corté, sonriendo ampliamente.
-No. Quiero disculparme si te ha molestado.
-No me ha molestado - comenzaba a ponerme de mal humor, no
solo por haberme separado de él, por lo que ya me consideraba bastante
estúpida. También porque él insistía en seguir con el tema.
-Pero...
-¡Josh! - exclamé, levantándome - Eres mi amigo, quiero
seguir disfrutando de este día y no quiero estar incómoda.
-¿Si volviera a intentar besarte te apartarías? - la
pregunta me pilló desprevenida.
-Sí - afirmé, poco convencida.
-¿Por qué?
-Porque yo no soy ella.
Ahora era él a quien parecía que mi respuesta lo había
sorprendido.
-¿Crees que te confundo con ella?
-Veo cómo se te iluminan los ojos cada vez que te llama o
cuando alguno de los dos la nombra. - con cada palabra que decía sentía un
fuerte dolor en el pecho - Sé que cuando me ves primero piensas en ella y
después te decepcionas al comprobar que soy yo. Sé que la quieres, Josh.
-¿Quién dice que no te quiera a ti también?
-Cuando se quiere a dos personas al mismo tiempo significa
que no se quiere a ninguna de ambas - esta última frase la dije en español.
Me agaché para recoger las cosas y, sin despedirme, empecé a
alejarme de él.
ROSS
La chica que tengo delante mira a un lado y a otro del
pasillo. Se muerde el labio inferior con fuerza, hasta tal punto que temo que
le empiece a sangrar.
-Yo… esto… lo siento – balbucea, incapaz de mirarme a los
ojos.
Sí, sin lugar a dudas es la chica que esta mañana corría por
los pasillos, y la misma chica con la que mi hermana hablaba a la salida.
-Soy Ross – digo, y estiro el brazo para estrecharle la
mano.
Entonces levanta la mirada. Sus ojos son marrones oscuros y
el pelo, largo, lo tiene echado hacia atrás, como si se hubiera quedado así
después de llevarlo recogido todo el día. Baja la mirada y aprieta mi mano. La
suya es pequeñas, aunque fuerte. Tiene un lazo amarillo atado en la muñeca
derecha y un tatuaje, una pequeña “s”.
-Ana – se presenta. Sonríe con una sonrisa nerviosa.
-Entonces, eres la de la mochila. ¿No?
Se limita a asentir con la cabeza al mismo tiempo que su
sonrisa se ensancha. Después, me suelta la mano.
-Tengo que irme – dice, señalando hacia el fondo del
pasillo, donde la puerta de la habitación de Rydel sigue cerrada a cal y canto.
La sigo con la mirada hasta que la puerta se cierra tras
ella. En ese momento oigo las pisadas por las escaleras, que suben de tres en
tres. El pelo oscuro de Rocky se mueve al compás de la música que está
escuchando en su MP4. Echa un vistazo a la puerta del final de pasillo y
después se acerca a mí.
-¿Aún no han salido? – pregunta, quitándose uno de los
auriculares.
-¿Quiénes?
-Rydel y su amiguita.
-Dudo mucho que sean amiguitas – contesto, intentando imitar
su tono en la última palabra. – Y no, siguen trabajando; aunque la chica, Ana,
sí ha salido. Me la he encontrado en el pasillo.
-Ana – repite con voz sensual, y me obligo a aguantar la
risa - Es guapa, ¿verdad? – pregunta pícaramente, dándome un codazo.
-Demasiado tímida para mi gusto – contesto, al mismo tiempo
que me encojo de hombros.
Me doy la vuelta y regreso a mi habitación. Está más
desordenada que de costumbre. Las sábanas de la cama pegada a la pared están
arrugadas de haber estado toda la tarde tumbado. Encima del escritorio aún hay
medio bocadillo de crema de cacahuete y bolsas de patatas fritas. Avanzo hacia
él y recojo el folio que hay sobre la mesa. Hacía tanto tiempo que no tocaba
esa canción que casi había olvidado las notas, pero no, siguen guardadas en mi
cabeza. Supongo que jamás se borrarán.
Cojo la guitarra acústica que he dejado sobre la silla y
toco algunos acordes al azar.
Esa chica parecía llorar cuando la encontré. ¿Sería por la
canción? ¿Le parecería triste?
¿Acaso la conocía?
No, es imposible. Nadie, o casi nadie conoce esa canción.
Sería demasiada coincidencia.
Me quito la imagen del tatuaje de la cabeza. Tengo cosas
mucho más importantes que hacer.